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Ben-Hur, el fenómeno renace4 minutos de lectura

por Andrea López
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Después de leer críticas totalmente impredecibles de Ben-Hur (2016), comparándola con la película que se estrenó en 1959, no me ha quedado otro remedio que verla también  (la antigua, me refiero). Tres horas treinta y tres minutos que, aunque parezca un despropósito, se me han hecho eternas. En efecto, los jóvenes de ahora no estamos acostumbrados a películas clásicas en las que predomina un diálogo pastoso y soñoliento, y en la mayoría de los casos,  preferimos películas donde sean las imágenes las que nos muestren la historia, las que nos seduzcan y atrapen por completo. Por tanto, no estoy de acuerdo con algunas críticas que tachan la película con una frase que exclama; “no consigue renovar el clásico de William Wyler”.

Es totalmente normal que surjan comparaciones, pero no toda la crítica tiene porqué centrarse en eso. Podríamos suponer que nunca antes se ha hecho una película basada en la novela Ben-Hur escrita por Lewis Wallace, ¿qué ocurriría entonces?

Siempre es complicado “competir” con algún otro film, y más aún cuando precisamente ese film ganó 11 premios Óscar, entre ellos mejor película, mejor director para William Wyler, mejor actor para Charlton Heston, mejor actor de reparto para Hugh Griffith, y mejor fotografía. Podemos imaginar el reto al que se enfrentaba Timur Bekmambetov, el director de esta nueva película, cuando decidió empezar a hacerla.

Para mí, un reto conseguido. La película me ha gustado. A diferencia de otras opiniones, para mí todo cambia con respecto a las películas anteriores, tanto la de 1925, como la de 1959. Era de esperar. Se trata de una película de 2016 en la que, en primer lugar, aparecen cuantiosos efectos especiales que sin lugar a dudas aportan a la película mayor realismo, a la vez que  atrocidad, ya que lo real en este argumento es en varias ocasiones el sufrimiento y la tortura ejercida por los romanos. También hay mayor veracidad y violencia en la carrera de cuadrigas, para la que los actores se tuvieron que preparar a conciencia, ya que la mayoría de ellos eran jinetes experimentados, pero no es lo mismo cabalgar un solo caballo, que cabalgar cuatro desde un carro. Es una escena difícil que en la nueva versión aparece teñida por secuencias grabadas a ordenador, que permiten este realismo antes mencionado.

Con respecto a la forma de colocar las escenas, o mejor dicho, de contar la historia, me decanto de nuevo por la última película. Puede que la anterior se ciña por completo al libro, pero sin duda ésta trabaja el argumento desde el interior, desde dentro, siendo capaz de descifrarnos con cautela el  mensaje que pretende transmitir. Es difícil contar una historia tan antigua con matices modernos, ya que puede perder fácilmente la esencia que la caracteriza, pero  sin embargo, la manera de narrarla, acompañada por las imágenes y ese giro de los acontecimientos resulta embriagador. Recordando a clásicos del cine como Gladiator o BraveHeart, ambas más modernas que Ben-Hur (1959), que sin duda es también un clásico, pero que a mi juicio, necesitaba una renovación; no porque la película sea mala, sino porque simplemente la manera de conectar con el público ha cambiado, y se agradece que esta historia pueda llegar ahora a las nuevas generaciones, que no la hubiésemos descubierto de no ser por Timur Bekmambetov.

Un romano y un judío que comparten todo desde niños deben enfrentarse a la nueva situación que les ofrecen sus respectivos pueblos. Por un lado, Judah Ben-Hur, interpretado por Jack Huston, es un joven príncipe cuya familia, asentada en Jerusalén, abre las puertas a Messala (Toby Kebbell) un niño romano. Después de una discusión familiar, Messala decide entrar en el ejército romano, convirtiéndose en un respetable y admirado combatiente, para volver decidido a pedirle a su hermano la rendición del pueblo de Jerusalén ante Roma. Después de un malentendido, Judah es acusado de traición y enviado a las galeras de un barco romano, del que consigue escapar, impulsado por el odio que ha ido engendrando hacia Messala, al que antes tanto quiso.

El director ha arriesgado, puede que sean  pequeños detalles, puede que a la mayoría de los críticos, y la gente que en general que veneren la antigua película, no hayan sabido apreciarlo.  Entiendo que algunos tachen de absurdo que se realice un remake de una película clásica, pero a mi modo de ver, lo moderno no tiene porqué ser destructivo siempre que se respete el argumento y que no resulte inverosímil.

En conclusión, os animo a conocer esta bonita historia guiados por esta nueva versión que, en mi opinión, no tiene nada que envidiar.

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