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El día que la mafia intervino en la II Guerra Mundial4 minutos de lectura

por Alejandro Tena
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Eran los años veinte cuando Salvatore Luciano empezó a forjar su nombre y su leyenda dentro del crimen organizado. Al igual que los niños crecen fijándose en las estrellas de futbol, los gánsteres se forman con el objetivo de ser tan grandes como Luciano. Un ojo extraviado, el pelo negro y repeinado típico de los aceitunos sicilianos, la cara marcada por los efectos de la viruela y siempre vestido con sombreros elegantes y camisas de una seda impoluta. Así era Salvatore Luciano, o Lucky, como popularmente se lo conoció. Como decía, Luciano proliferó como Gánster en los años veinte, cuando la XVIII Enmienda constitucional impulsada por el vigésimo octavo presidente de los EEUU, Woodrow Wilson, fue aprobada. La denominada ley seca dejó los bares asolados y los barriles vacíos, sin embargo, los denominados gánsteres florecieron por toda Norteamérica. Fue en ese momento cuando Luciano, nuestro protagonista, forjó su leyenda. El contrabando de alcohol se convirtió en el negoció más productivo del momento, pero también el más peligroso: guerras entre capos, tiroteos a plena luz del día, muertos y más muertos.

Luciano fue el más listo de la clase y fue eliminando uno a uno a todos los gánsteres “no italianos” para convertir el movimiento delictivo del alcohol en un símbolo más italiano que los espaguetis. Así, poquito a poco, nuestro amigo Lucky, se convirtió en el Gánster más grande de todo Norteamérica, controlando todas las rutas de contrabando del país y surtiendo de alcohol a todos y cada uno de los bares y centros lúdicos yanquis. Ya sé, ya sé. Pensaréis que cuando la ley Seca fue derogada por el presidente H. Hoover en los años treinta todo su imperio se hundió ¿no? Pues creo que estáis subestimando a Lucky. Como buen empresario diversificó el negoció: El alcohol da mucha pasta, sí, pero ¿por qué no colgarse la medalla de ser el pionero en el tráfico de heroína? Un par de contactos con los asiáticos y Estados Unidos comenzó a llenarse de fumaderos de Opio y yonquis que mendigaban por las calles. De esta forma, cuando la ley Volstead[1] fue derogada, Luciano, al contrario que los pocos mafiosos que no había conseguido asesinar, continuó ganando dinero, pues, al fin y al cabo, siempre hay algo con lo que hacer contrabando en este mundo. A la heroína, se le sumaron otras sustancias, así como los negocios de prostitución del país.

Como vemos Luciano supo abrirse paso en el sueño americano. Ese pequeño siciliano que emigró junto a su familia al país de los sueños, partiendo de la nada consiguió tener más poder que muchos senadores norteamericanos. Su imperio, se extendió fuera de la soberanía gringa, en tanto que, la añoranza de su tierra natal le hizo extender sus redes de dominio por toda la isla siciliana. Es en este momento cuando Lucky se convirtió en un ser crucial para la historia de Italia y ¿por qué no decirlo? de Europa. Cuando en plena II Guerra Mundial, Lucky continuaba con sus negocios de contrabando, la CIA logró capturarlo después de haberlo relacionado con unos sucesos delictivos en los muelles de New York. El gobierno norteamericano vio en Luciano, una oportunidad única para que las tropas aliadas lograsen hacerse con el sur de Italia, que continuaba sometido por los nazis. Como ya habíamos mencionado, Luciano tenía en Sicilia unas extensas redes de contactos mafiosos, en tanto que podrían ser de utilidad para establecer alianzas y lograr penetrar en la isla y el sur de Italia.

El trato era claro, el gobierno norteamericano le dejaría libre con la condición de ser deportado a Roma y no volver nunca a pisar suelo norteamericano, a cambio, Luciano, coordinaría a sus hombres en Sicilia, para ayudar a desembarcar en la Isla del Etna.  De esta forma, La mafia italiana cooperó con las tropas aliadas en la segunda guerra mundial, aportando suministros, armas y, en algunos de los casos ejércitos, quizá más profesionales que algunos de los voluntarios norteamericanos.  Así fue como los Estados Unidos consiguieron llevar a cabo la toma de Sicilia.

El bueno de Lucky, lejos de dejar sus negocios, pasó a residir a La Habana, desde donde controlaba todas las importaciones de droga a Norteamérica, sin embargo, el gobierno cubano, bajo las presiones de Truman, se vio obligado a deportarlo a Nápoles en 1947. Allí vivió hasta su muerte, algo más relajado, y siempre con negocios entre manos.

[1] Ley Volstead: Nombre con el que se conoce el acta legislativa que prohibía el consumo y venta de alcohol en todo el país (EEUU).

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