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Lo que terminó en Lisboa se arreglará en Milán5 minutos de lectura

por Nacho Expósito
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Era prácticamente impensable hace apenas dos años que se repitiera una final como la que muchos vivimos enfrentándose al Atlético de Madrid y al Real Madrid en una terrible final para la que los Atléticos todavía nos hace estremecieron de rabia al perder un partido que teníamos ganado y que prácticamente ya estaba hecho… Hasta que Sergio Ramos metió un golazo de cabeza provocando una prórroga que daba esperanzas a un Madrid que se resistía a perder contra el Atleti y que supo rematar un partido que tras el gol en el descuento que derrumbó anímicamente al segundo y ya no supo cómo levantarse… El resto forma parte ya de la historia del fútbol.

Este suceso, debo decir, en mi propia perspectiva, ha hecho mella en nuestra memoria como colchoneros dejando una herida que sólo el tiempo ha permitido que se fuera curando.

Es ahora, tras la victoria del Real Madrid ante el Manchester City, donde de nuevo se sucede lo imposible: En apenas dos años ambos equipos vuelven a enfrentarse cara a cara en Milán.

Es algo tremendamente curioso el constatar no sólo el enorme esfuerzo que han hecho ambos equipos para colarse hasta la final y que se verán de nuevo las caras para enfrentar no sólo la última etapa de la liga más disputada del siglo. Sino lo que realmente se pone encima de la mesa. Que en nuestro país, y si me permiten los posibles lectores. En Madrid algo se está haciendo bien.

A parte de la mera anécdota de que dos equipos de Madrid se jueguen la final se abre de nuevo la posibilidad de redimir cuentas en una final que muy seguro no dejará indiferente  al público. Un partido terriblemente disputado donde posiblemente el juego será del gusto de muchos puritanos del fútbol.

Hablamos del juego que ha conseguido no solo llevar al Atlético de Madrid a la final de la Champions, sino estar tercero en la Liga de fútbol española.

Cabe destacar que es un fútbol que a mucha gente no gusta y que en muchos momentos ha carecido del toque de bola del que muchos les rechina los dientes al calificarlo de juego defensivo, que carece de más espectáculo y que aburre al espectador.

Confieso también que, terminada la temporada, el número de goles anotados por el Atlético de Madrid ha descendido frente a años anteriores sucediéndose multitud de victorias por la mínima.

Sin embargo, debo afirmar que el hecho de que el Atlético de Madrid esté en la final es prueba más que de ello de un equipo que ha sabido autoafirmarse como el gran equipo que demuestra ser y que ni las grandes adversidades ni los clubes más enferma de Europa han sabido doblegarles. Ni Barcelona, ni Bayern. Ambos equipos garantes del juego bonito y del toque de balón por excelencia han sabido imponerse ante un Atlético pletórico y con la defensa más férrea que en años jamás llegué a vislumbrar.

El equipo en sí es una incógnita. Puesto que al final, no sabes que narices te puede esperar al final de cada rechace o de cada bola. Es ahí donde Griezmann o Torres están demostrando por qué Simeone confía plenamente en ellos en cada partido.

Confieso, que dejé de creer, amigo.

Confieso que no creí que se pudiera repetir semejante final ante los monstruos con los que nos enfrentamos en cuartos de final y más adelante en semifinal.

Confieso que no confiaba en que la visible debilidad atacante pudiera derrotar a montañas deportivas como los clubes que dejamos atrás. Pero este equipo y este entrenador me han dado un tortazo y una colleja tras otra a medida que hemos ido eliminando a unos y a otros.

Debo confesar, que a pesar de mi edad, empiezo a ser víctima de esta nueva religión: “El Cholismo” y su nueva filosofía de encarar el fútbol.

“Partido a partido”, esa es la primera enseñanza y el principal dogma. Siendo el elemento repetido hasta la saciedad.

Es aquello que algunos aprendimos de la ya enorme figura de un Luís Aragonés que perdurará en la memoria de todo atlético y que enseñó que al futbol se juega y lo importante, enlazando con lo que nos toca de Simeone. Es ganar y ganar. Volver a ganar y ganar.  Sin mirar atrás, pero sin perder el futuro.

Estoy seguro, que algún día se estudiará el impacto de Simeone y de la nueva religión que se empapa todo nuestro país. Contagiando a todo el mundo en la calle. Con la teoría del esfuerzo y el superar obstáculo a obstáculo.

Para terminar, más allá de estos delirios que ahora mismo sufre un terrible enfermo terminal de Atletismo, hay que decir que la historia nos brinda una nueva oportunidad para redimirnos.

Se repite una final que de nuevo se nos brinda ante nosotros con el objetivo de hacer justicia de lo que fue nuestro durante 94 minutos, pero que un enorme central nos arrebató con enorme pesar.

Esperaremos impacientes pues, lo que la noche de Milán nos depare. Pero creo, sin duda alguna que será una noche inolvidable para ambos equipos y que indudablemente seguimos haciendo Historia.

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