Inicio Opinión La Nación sin fuelle

Suele llevar la gente en sus muñecas la suya bandera y en la nevera, también a veces, pegan un imán de la Giralda al lado de un toro negro al que luego matan en plazas rojas. Otros suelen llevar en sus labios la repudia del nacionalismo y, con esos mismos labios suyos, lo vinculan con cualquier fascismo. Lo cierto es que España, así es como le llaman, está rota desde el corazón hasta los brazos y piernas, pasando por cabeza, barriga y culo. En Europa nos miran raro – ¿estos por qué cojones se pelean?- y nosotros, tras mirar raro a Europa por no comprender la nuestra rareza, nos miramos raro nosotros mismos, desde el centro hasta la periferia.

No es preocupante que no creamos en nosotros mismos, lo preocupante es creer hoy día en un colectivo nacional en vez de creer en algo más humano y palpable como son las personas. España es un país deforme con una bandera que no arropa, un himno sin letra que solo se tararea cuando alguna que otra copa se lleva dentro y un territorio tan diverso como el cielo que a veces tiene nubes, otras estrellas y otras – últimamente siempre – pedos de fábrica y vapores turbios. A veces, defendemos a España y la poseemos con las palabras – “nuestro país”– otras veces la repelemos y nos sentimos únicamente únicos en nuestro barrio, en nuestra casa o incluso en nuestro sofá, pero… ¿Por qué eres tan débil España?

El país vuestro -y digo vuestro porque yo ni le poseo, ni me posee él a mí; hace ya años que me tiene descontento– tiene una historia peculiar que le define. Resulta que España cuando nace como nación y deja de ser imperio en el siglo XIX, no tiene capacidad de conquistar al pueblo. Resulta también que en España la religión era demasiado turbia, y cualquiera le decía al cura del pueblo que cambiara el crucifijo de la pizarra por una bandera y en vez del credo, el ángelus – o lo que quieran rezar en la escuela – se entone un himno liberal. Resulta además, que el párroco, no solo no cambiaba su discurso, sino que cuando “Papá Estado” le decía: ¡dame tus tierras!, “Mamá Iglesia”, decía en la escuela a sus niños que papa es muy malo y que como le hagamos caso nos deshereda y nos castiga una temporada larga y eterna.

Luego, mientras papá y mamá se peleaban por educar de una manera u otra a sus vástagos– cruz o bandera – , aparecen unos que a finales del siglo ven peligrar sus riquezas. Los vascos, “tan brutos y religiosos”, los catalanes, “fieles devotos de la virgen del puño cerrado”, y los gallegos, que son muy simpáticos y están ahí donde siempre llueve. Lo que pasa es que estos tres pueblos, a finales del siglo, cuando Papá limita la paga a sus niños y se vuelve un poco proteccionista se ven capaces de vivir solamente solos y solamente en contra de “Papá Estado” que vive en un palacete de la meseta. Así, España comienza a fraccionarse: Unos no quieren saber nada del estado porque el cura no les deja, otros – los de las periferias – ya no quieren ser parte de España y,  por otro lado, aparecen unos que dicen que son Españoles, pero de otra forma: sin rey y con república. Entre desacuerdo y desacuerdo, la industrialización pare a la “prole”, que no son nacionales, ni republicanos, ni nada. Son obreros y son internacionales o eso les dice el napolitano anarquista y el francés marxista que vienen a dar charlas a la salida de la fábrica.

El caso es que España, cuando empieza el siglo XX tiene de todo menos un sentimiento nacional y por si fuera poco, comienza un nuevo siglo que suena a modernidad. En resumen y para no alargarnos, se sigue gobernando como en el siglo XIX cuando se debería gobernar como se gobierna en un siglo nuevo y esto termina como terminaban todas las historias en Europa: una dictadura Fascista. Llego Primo de Rivera – ¡Que caballero tan elegante y campechano! – y a los nacionalistas de las periferias les dijo que nada de vascos, ni de gallegos, ni de catalanes, que aquí lo que hay que ser es español. Así, “Papá Estado” se reconcilia con “Mamá Iglesia” y comienzan a quererse como nunca se habían querido. Por la vía de la fuerza y el autoritarismo y de la mano del Somatén, todos se arropaban con la bandera y rezaban mientras cantaban el himno nacional en la escuela. Sin embargo, como en todas las dictaduras, “Papá Estado” comenzó a tener hijos favoritos, y comenzó a ejercer lo que hoy tan bien conocemos: la corrupción; Nació a la opinión pública este elemento tan español y latino como el flamenco o la giralda y comenzó a engatusar a Primo, quien repartía cargos a su gusto y regalaba proyectos a los suyos amigos. Con esto, Primo perdió credibilidad y además de los que desde fuera le repudiaban – Oh gloriosa generación del 14 – la gente de dentro comenzó a renegar del campechano dictador, que por cierto era amigo de otro campechano individuo como era Alfonso XIII, y Primo de Rivera dimitió dejando por los suelos la “Marca España”.

España, seguía tan desarticulada como nunca, con sus nacionalismos periféricos, traducidos en forma de partidos políticos, sus anarquistas “agrupados” en la FAI y la CNT, sus comunistas y socialistas, sus monárquicos, sus carlistas, sus republicanos… Cada año que pasaba había más y más diferencias, pero llegó la república – la segunda – y un proyecto nuevo para regenerar España que estaba moribunda y lastrada. La república marcó un destino hermoso, en el que la nación tenía como modelo la bleu, blanc, rouge francesa. Pero de nuevo, “Mamá” se enfadó con Papa, que se había vuelto laico otra vez. Así mama volvió a acusar a papa de anticlerical sin que este lo fuera y otra vez lo mismo: iglesias iluminando las calles y curas repudiando la nueva bandera. Por otro lado, los obreros internacionales pedían más derechos a Papa estado y sus quejas se transformaban en ocupaciones de tierras.

Era 1936 y España con sus controversias por lo que a identidad respecta, cuando unos militares se levantan contra el nuevo padre republicano con la idea de poner fin a las polémicas, pero sin saber cómo hacerlo. A pesar de esto, el golpe no triunfa por completo, y se suman y se restan municipios y gentes a la actitud golpista para traumatizar las calles que vertebran el país. En poco tiempo, el golpe se transformó en guerra; el resto lo sabemos todos. Franco, con su voz de duende resultó encarnar bajo palio el papel paternal del estado. Asesinó a muchos y se enriqueció como muchos otros lo habían hecho y de fondo, como siempre, los nacionalistas periféricos reprimidos, los obreros callados, muertos o exiliados y dentro de los que apoyaban el régimen: monárquicos, falangistas, carlistas y la iglesia luchando por adquirir una dosis de poder asequible a sus esfuerzos belicosos.

Tras cuarenta años de dictadura franquista, nació la democracia. Esta nació a los pocos años de morir “Paca la Culona”, cuando no había más bemoles que bajarse los pantalones tanto demócratas, como comunistas y fascistas. De este pacto turbio nació un nuevo estado, no sin arrastrar todos los problemas de identidad existentes y los conflictos tradicionales de España. Los nacionalistas catalanes, en cierta medida aceptaron el nuevo rumbo a cambio de autonomía, pero los vascos continuaron el camino elegido durante los últimos años del franquismo y persiguieron sus objetivos mediante la violencia armada hasta hace bien poco.

Mucha democracia y poca integración: una bandera impuesta, un himno sin letra, una polarización social repudiable y creciente, una diversidad indisoluble y maltratada por el corazón estatal, unos políticos embaucados por el estraperlo y un rey sin más. Dicho esto, me explico el porqué de esta nación inacabada y absurda que me hace recordar unas sabias palabras de Martín Hache:

Eso de extrañar, la nostalgia y todo eso, es un verso. No se extraña un país, se extraña el barrio en todo caso, pero también lo extrañas si te mudas a diez cuadras. El que se siente patriota, el que cree que pertenece a un país, es un tarado mental. ¡La patria es un invento! ¿Qué tengo que ver yo con un tucumano o con un salteño? Son tan ajenos a mí como un catalán o un portugués. Una estadística, un número sin cara. Uno se siente parte de muy poca gente; tu país son tus amigos, y eso sí se extraña, pero se pasa.”

[author] [author_image timthumb=’on’]http://radioparalela.es/wp-content/uploads/2015/11/Álex-Tena.jpg[/author_image] [author_info]ALEJANDRO TENA

(Madrid, 1994).Historiador y poeta en proceso. Sigo los paso de Panero y <con mis versos busco reencontrarme a mí mismo> [/author_info] [/author]

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1 comentario

Historiador fustrado 4 de diciembre de 2015 - 13:03

Un análisis de la historia reciente de este collage de pueblos que es España acertado y preciso. Quizás el asunto tenga un origen anterior :el matrimonio de conveniencia de dos reyes en el siglo XIV

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