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Manía persecutoria3 minutos de lectura

por Álvaro Bajo Álvarez
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Foto: Plaza del Rey, Barcelona

Así definiría yo la situación de la política española de nuestros días tras el pasado 2015 (aunque el nuevo año parece que no nos trae nada nuevo), como una gigantesca manía persecutoria de la que están aquejados millones de españoles, o mejor, ciudadanos del Estado español, como se dice ahora, que no quiero perseguir a nadie.

Políticamente, ¿de qué se ha hablado más? Creo que la respuesta es sencilla: Independentismo catalán y Podemos. Y así seguimos en 2016, pese a que uno fracasó en su supuesto referéndum y el otro no es más que un partido que nació para ser primero y ha sido tercero. Pero ese no es el tema… Ambos tienen en común un factor fundamental que veo poco destacado en los medios o en los debates de barra de bar, si es que estas fueran cosas distintas. Y es que ambos buscan, casi en exclusiva, hacer creer a los ciudadanos que les siguen o apoyan, que están siendo perseguidos por poderosos, por entes misteriosos o inclusos por estados. Si esa sensación empapa a la gente, el éxito es mucho más sencillo… ¿Por qué? Porque cualquier victoria será mucho más celebrada al haber sido lograda contra alguien más poderoso que tú, y cualquier derrotada justificada porque te la habrá impuesto alguien cuyas posibilidades superan a las tuyas. Esto está en la primera página del libro de la política, y no es casualidad que así sea.

En la Cataluña que quiere independizarse, todo lo bueno es propio y todo lo malo ajeno. Si son una de las economía más potentes de España, lo son porque son una sociedad muy trabajadora y no porque el resto del país invirtiera ahí miles de millones en el siglo XX. Si no tienen dinero ni para pagar las medicinas, no es porque sus electos dirigentes sean un desastre en la gestión, es porque “Espanya ens roba”.

En Podemos, si ganan alcaldías es por el poder “de la gente”, y no porque los medios de comunicación los hayan publicitado por encima de sus posibilidades. Si no las ganan, es porque la casta aún es poderosa. Si el resto llevan gomina, un traje caro o simplemente pertenecen al partido más votado pueden ser mirados mal, son unos ladrones. Si ellos llevan rastas y alguien se atreve a comentarlo o hay indicios de que te financian otros estados, es una persecución orquestada desde el poder.

Y así hemos llegado a 2016, con dos pobres movimientos perseguidos. Mientras tanto, el principal partido de la oposición en Cataluña ve como semanalmente, en democracia, es apedreada alguna de sus sedes en su propia tierra sin que nadie mueva un solo dedo o levante la voz. Mientras tanto, los más de doce millones de personas que votaron a “los viejos partidos”, muchas de ellas trabajadoras desde su adolescencia para levantarse a sí mismos y al país, asisten atómicos a enterarse de que no son gente. Pero nada de eso importa… La persecución debe continuar.

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(Salamanca, 1991) es Politólogo y Máster en Estudios de la Unión Europea por la Universidad de Salamanca. Actualmente es Concejal en el Ayuntamiento de Hervás (Cáceres).[/author_info] [/author]

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