Salvador Illa será el candidato socialista en las elecciones catalanas de febrero. Se trata de una maniobra que busca, mediante un golpe de efecto, impulsar las posibilidades del PSC en las próximas elecciones. Un ministro catalán ampliamente conocido y bien valorado (4,7 CIS octubre 2020) podría ser el revulsivo que necesita el PSC para superar el umbral del 20% de los votos y disputar la segunda posición en las elecciones de febrero. Además, este movimiento hay que entenderlo en clave nacional, un buen resultado del PSC podría servir para encauzar la solución del conflicto catalán y, de paso, apuntalar la coalición gubernamental en Madrid. Sin embargo, el efecto ministro que busca exprimir el PSC pasa porque los candidatos tengan una capacidad real de movilizar a los votantes y la posibilidad de transferir los atributos del ministro al candidato.
En el contexto español los candidatos suelen añadir o restar en el margen, pero, a veces, ese efecto es decisivo en el resultado final de las elecciones. En las elecciones catalanas de diciembre de 2017, el 13% de los votantes señalaron al líder del partido como una de las principales razones para decidirse por el partido que finalmente votaron. Entre los votantes del PSC el porcentaje fue de sólo el 8% (CIS poselectoral catalanas 2017). La clave radica en aumentar ese porcentaje. En los cálculos de los socialistas el liderazgo de Illa podría arrastrar a votantes indecisos que en las pasadas elecciones optaron por Ciudadanos o los Comunes. Los datos con los que contamos hasta ahora, aunque son insuficientes, indican una mejor aceptación de Salvador Illa entre algunos votantes de ERC y los Comunes, así como entre los indecisos. Sin embargo, la valoración del candidato entre los votantes de C’s no es mejor que la de Iceta.
No es la primera vez que un ministro pone rumbo a la contienda electoral. El ministerio aporta una visibilidad que junto a una buena valoración del político son, sobre el papel, unos excelentes ingredientes para impulsar una candidatura autonómica. Hay precedentes como el caso de Chaves aterrizando en Andalucía en 1990 dos meses después de dejar el Ministerio de Trabajo, el de Jaume Matas poniendo rumbo a las Islas Baleares en 2003 desde el Ministerio de Medio Ambiente o el de Juan Fernando López Aguilar saltando del Ministerio de Justicia a las elecciones canarias de 2007 como candidato del PSOE. En los dos primeros casos la estrategia se saldó con relativo éxito. En el tercer caso, Juan Fernando López Aguilar colocó al PSOE como primera fuerza, pero no pudo gobernar y acabó siendo el cabeza de lista al Parlamento Europeo en 2009.
Nunca sabremos a ciencia cierta cuál fue el impacto de los ministros candidatos en los resultados electorales de sus partidos. Lo que está claro es que el efecto ministro pasa por la transferibilidad al cartel electoral de la imagen cultivada en su paso por Madrid. Pero no sólo eso, ya que esa imagen también debe adecuarse a la arena electoral en la que compite. Entre los atributos que pueden favorecer la adaptación de Illa a la arena electoral catalana está su capacidad de diálogo demostrada durante la crisis sanitaria. Esta cualidad puede resultar interesante para atraer a algunos electores de izquierda que anhelan una desescalada de la tensión en la política catalana.
En cualquier caso, el reto del PSC en estas elecciones trasciende la figura de Salvador Illa. Ese reto es recuperar la transversalidad, es decir, constituirse en una coral de voces que sirva para construir un espacio político en el que puedan encontrarse el catalanismo moderado con los votantes que, polarizados por el procés, optaron por Ciudadanos en 2017. En definitiva, el éxito del PSC pasa por superar el momento procesista y volver a disputar las elecciones en el eje izquierda-derecha. Está por ver cuál será el aporte de Salvador Illa en este movimiento.