El 29 de enero de 1860 nacía en Rusia el que ha sido probablemente uno de los literatos y dramaturgos más influyentes no solo de la literatura rusa, sino de la dramaturgia a nivel internacional. Si bien su formación en medicina le permitió un conocimiento de la anatomía física, en su obra teatral pretende acercarse a lo más profundo de la mente humana, desoyendo y contradiciendo a Aristóteles, envía a un segundo plano la acción y se centra en la forma, en el ánimo y en las motivaciones de sus personajes. Y sorpresa: lo consigue con una puntería escalofriante. Antón Pávlovich Chéjov.
Nacido hijo de un siervo en el antiguo Imperio Ruso, su padre, de carácter despótico y severo, logró comprar su libertad y la de sus hijos a mediados del siglo XIX. Sin embargo, la suerte económica de la familia no mejoró y hacia 1875 se vieron obligados a emigrar a Moscú, donde Antón comenzaría su andadura como escritor, como trabajo secundario, al tiempo que estudiaba Medicina en la Universidad de Moscú. A pesar de haber comenzado como escritor de relatos cortos de tono humorístico, pronto se pasaría a la crítica literaria y teatral, convirtiéndose en una suerte de cronista de la vida cultural moscovita de la época.
Entre 1887 y 1888, escribiría sus primeras grandes obras teatrales, en la que ensayaría el naturalismo y el brutalismo del que haría gala años más tarde: Ivánov y La estepa, que lograrían gran éxito de crítica y público. Sin embargo, estos éxitos se intercalarían con un fracaso. El estreno de La gaviota – la mejor de todas cuantas escribió en opinión de este que les escribe – en el Teatro Imperial Aleksandrinski de San Petersburgo fue un sonado fracaso y la obra hubiera quedado enterrada en el olvido de no ser por el éxito que sí conseguiría en Moscú, bajo dirección de Konstantín Stanislavki (cuyo nombre aún resuena en aulas de arte dramático de todo el mundo). De esta pieza, su autor diría lo siguiente en una carta a un íntimo amigo:
Sí, el estreno de mi Gaviota en San Petersburgo fue un tremendo fracaso. En el teatro se respiraba animosidad; el aire estaba cargado de odio, y yo, obedeciendo a las leyes de la física, me largué de San Petersburgo como un torbellino. (…) No me encuentro mal ni estoy de mal humor. Pero tengo miedo de que dentro de poco mi humor vuelva a ser pésimo: Lavrov y Góltsev han insistido en que La gaviota se publique en El Pensamiento Ruso, y a partir de ahora empezará a fustigarme la crítica literaria. Y eso será tan desagradable como meterse en una charca en otoño.[1]
Fue para la compañía de Stanislavki para la que escribiría más obras, consideradas el culmen de su carrera, debido al acercamiento acertado a los sentimientos más íntimos y secretos de los personajes. Tío Vania, Las tres hermanas y El jardín de los cerezos se estrenaron a principios de siglo en Rusia y resultaron éxitos arrolladores, que le valieron, además de fama, el conocer a Olga Knipper, actriz, que se convertiría en el amor de su vida y esposa a partir de 1901. Sin embargo, el éxito profesional no se vio completado por la felicidad personal, debido al fallecimiento de su hermano Nikolái. Para librarse de las ideas lúgubres, Antón emprendió un viaje que podría considerarse científico a la isla de Sajalín, en el Extremo Oriente ruso, utilizada como colonia penal. Este viaje, si bien le enriquecería en lo personal, resultó fatal para su salud, afectada de tisis y tuberculosis.
Su enfermedad le llevaría a adquirir una casa en la localidad de Yalta, de clima más suave que Moscú. Allí se daría cita gran parte de la intelectualidad rusa de la época, como León Tolstói o Máximo Gorki, y escribiría infinidad de relatos, críticas y cartas, la mayoría dirigidas a Olga, que debido a su trabajo como actriz pasaba mucho tiempo en giras. Para 1904 su salud era lamentable por lo que decidió trasladarse al spa de Badenweiler, en Alemania, considerando que los tratamientos que allí recibiría repondrían su salud. No fue así, y Antón Chéjov falleció durante el tratamiento, el 15 de julio de 1904. Como metáfora de su obra, su cuerpo fue llevado a Moscú en un transporte de ostras.
A lo largo de toda su obra, Chéjov rompió con el método hasta entonces utilizado, que poco había evolucionado desde el siglo XVII, basado en largos parlamentos con poca profundidad psicológica, para introducir elementos hoy normalizados, como el subtexto (o línea de pensamiento) y la cuarta pared como forma de verbalizar los recovecos de la decadente sociedad imperial rusa, de la cotidianeidad del campesino, de sus anhelos de libertad y de la mente humana. Háganse un favor: lean a Chéjov y maten una gaviota antes de pegarse un tiro en la sien.
[1] Sobre el teatro: artículos y cartas. Antón P. Chéjov. Traducción de Raquel Marqués. Editorial Libros del Silencio.