La semana pasada se celebraron en mi ciudad natal los premios Latin Grammy 2023. Para una apasionada de la música como yo, ha sido pura emoción ver como las calles de Sevilla se llenaban de artistas, los de aquí e internacionales, más allá de la rutina a la que la ciudad nos tiene acostumbrados. Porque ciego es el que no ve que aquí el arte se sirve en cada esquina.
Los días previos a los premios han estado llenos de conciertos, organizados y esporádicos (gracias, Manuel Carrasco), y de eventos relacionados con esta magia atemporal que es la música. Bendito tesoro.
Es la primera vez que estos galardones se celebran fuera de territorio americano, pero viene siendo habitual que coincida su celebración con la semana en que se celebra el Día Internacional del Flamenco. Desconozco si es casualidad o no el que este año, que han coincidido ambas celebraciones justo en el mismo día, se celebren en Sevilla. Que nos perdone la señora Ayuso.
Además de todos esos eventos relacionados con la música y la cultura que han embellecido aún más la ciudad, estos días Sevilla ha estado en boca de muchos medios de comunicación. Pero si hay un tema del que con motivo de los Grammy más veces se ha hablado en prensa es del misterioso y esperado espectáculo de la internacional Rosalía. La mayoría hacía alusión al esperado homenaje que probablemente la Rosi iba a ofrecer al flamenco. Una vez más. Que si palmeros, que si prodigiosos guitarristas, que si iba a formar el tinglao en la apertura de la gala… No se ha hablado de otra cosa. Bueno, sí, también de las apuestas sobre el encuentro con su ex.
Después llegó la gala y apareció la Rosalía con un magnífico vestido negro, versionando uno de los temas más famosos de la grandísima Rocío Jurado, la que en 1992 ya puso patas arriba Sevilla con su intervención flamenca en el espectáculo Azabache.
A Rosalía se le rompió el amor (con dardo evidente a su ex), pero a mí se me rompió esa noche del jueves los palos del sombrajo. Y fue en el justo momento en que Israel Fernández y Niña Pastori se plantaron en el escenario a demostrar con una destreza impecable un pequeño retal de lo que, al menos para mí, es un verdadero homenaje al flamenco. Aconsejo a toda esa prensa que andaba expectante con la actuación de la catalana y que habla del flamenco con tanta ignorancia, que se paren detenidamente a comparar ambas actuaciones. Rosalía yo te adoro, pero al César lo que es del César.
Será que los de aquí no entendemos muy bien el funcionamiento de estos premios, no seremos tan latinos como Laura Pausini; o quizá no somos tan de promocionar lo nuestro como los americanos. Porque si no, tampoco se entiende cómo otra grande y admirada de la música española, y concretamente sevillana, Pastora Soler (allí presente), no actuara esa noche, o al menos subiera al escenario a entregar uno de los premios, como si hizo por ejemplo el futbolista Sergio Ramos.
Aún así está claro que fue una emocionante noche de premios y ganadores, entre los sin duda para mí destacó el intrusismo sin sentido.