¿Qué ocurriría si, un día, tu vida dejase de ser tu vida? ¿Si, de repente, otras cartas se repartiesen en la partida y la gente que te rodea esperase comportamientos tuyos a los que no estás acostumbrado? Como si hubieses estado protagonizando una realidad que desconoces. Como si nada de lo que has experimentado antes hubiera ocurrido verdaderamente.
Durante la tormenta es ese film que te mantiene en ebullición constante, esperando una inédita pista que te haga reconocer un poco más lo que está pasando. A través de una experimentación esperpéntica que tiene de base un fenómeno meteorológico,personajes de tiempos diferentes se convierten en amigos, y los que en otro período fueron buenos, se revelan ante nuestros ojos como los culpables de lo cometido.
Atrapan y casi dejan sin respiración los malabares que el director, Oriol Paulo (Contratiempo, El cuerpo),utiliza para ir desmenuzando este entramado, donde nada ni nadie son lo que parecen. Donde todo tiene que ver con la tormenta y, sin embargo, nada queda en el aire. Los parches se cosen y los huesos se descubren, de forma que la justicia habla y los malos acatan.
Adriana Ugarte(Palmeras en la nieve, Julieta), interpreta el papel de una madre felizmente casada, que estrena casa con su marido y su pequeña hija. Una comunicación inesperada con alguien de otra era, cambia el ritmo de los acontecimientos y, de pronto, se ve encerrada en una contradicción que trasforma su personaje, dotándolo de escenas repletas de tragedia, angustia y búsqueda. Situaciones que la actriz domina con una brillantez casi exquisita,aportando a los momentos de incertidumbre una claridad que invade mi mente con un recuerdo; Penélope Cruz en Todos lo saben que, casualmente, da vida también a una madre que, en algún momento del hilo argumental, pierde a su ser más querido.
Un Chino Darín (La noche de 12 años, El ángel) impecable, que trabaja a conciencia junto con Álvaro Morte (El embarcadero, La casa de papel), estribo fundamental en la vida de la protagonista y bache inesperado que perturba el pensamiento de la susodicha.
El film avanza entre planos cortos e impactantes que recorren los espacios y deleitan, a través de una estética de luz tenue y colores apagados; propios de las noches de invierno;la mirada de un visitante conquistado por la historia. Denota un cuidado especial por la fotografía, de la mano de Xavi Giménez, y la música de Fernando Velázquez, que empasta a la perfección con los elementos.
Destaca la intervención de Belén Rueda, invitada de lujo y protagonista de otros encuentros con Oriol Paulo, tales como Los ojos de Julia o El Cuerpo, y la aparición de Javier Gutiérrez (Campeones, El autor), que se pone en la piel de un sujeto que dista mucho de su anterior personaje en la gran pantalla, donde daba vida a un entrenador de un equipo de baloncesto en la película Campeones.
Caracteriza el film su final colosal que se podría haber acortado, pero que el guion decide exprimir hasta la última gota. Un final que, sin embargo, pone punto y seguido a esta creación, que se impone a las anteriores del director, habiendo recibido críticas altamente positivas por parte de significativos medios y, en general, una muy buena acogida de la mano del gran público.