Inicio Cultura Un cuadro contra la guerra

Desde 1992, el cuadro más famoso de Pablo Picasso descansa en una sala en el Museo Reina Sofía. Medio siglo antes, en 1937, la ciudad de Guernica fue bombardeada por la Legión Cóndor durante la Operación Rügen, en el transcurso de la Guerra Civil Española. En el cuadro de Picasso, del mismo nombre que la villa vasca, no caen bombas, pero se refleja la crueldad de una guerra. La imagen representada puede dar lugar a tantos matices como personas observen el lienzo, es objeto de múltiples interpretaciones. Es lo que le hace especial al Guernica, que más allá de opiniones expertas en arte o historia, ofrece muchas y distintas lecturas según los ojos que lo miren.

Hay muchas teorías acerca de la simbología y el significado de lo que Picasso quiso expresar con las figuras que aparecen en el cuadro. Desde una perspectiva lejana, se observa una dualidad: la parte izquierda del cuadro representa el interior de una casa y la parte derecha el exterior, aunque esos límites se difuminan por el juego de luces. En el surrealismo, el umbral en el que se unen interiores y exteriores es un símbolo de tránsito y comunicación de espacios. Para fusionar dichos espacios, Picasso traza una línea recta a lo largo de todo el cuadro, es la técnica del cubismo sintético. La luz también juega un importante papel en esta pintura, aporta dramatismo al conjunto y a su vez conecta los personajes. En total, en Guernica aparecen siete personajes: cuatro mujeres, un toro, un pájaro y un hombre.

Las mujeres encarnan la barbarie de la guerra. La primera – la mujer en el extremo izquierdo – clama al cielo por la muerte de su hijo, La otra mujer, se encuentra en el lado derecho y personifica el dolor físico, ya que está siendo consumida por las llamas. La mujer que está arrastrándose en el centro del cuadro aparece absorta por la luz de la bombilla. La última mujer, se asoma por la ventana sujetando una vela, conectando los dos espacios. El hombre se sitúa en el suelo, tumbado, con los brazos en cruz y desmembrado. En su brazo amputado, sujeta una espada rota y una flor, símbolo de la esperanza. El caballo aparece en el centro de la tabla, herido con una lanza en el lomo. El toro se encuentra en la zona izquierda del cuadro, es la única figura que permanece sin expresión y mirando al espectador. El pájaro fue dibujado de una manera muy sutil, que a primera vista puede resultar casi imperceptible entre el toro y el caballo.

Otro elemento protagonista de Guernica es la bombilla, que ilumina toda la escena. Los rayos que hay en la bombilla pueden dar lugar a que se interprete como si fuera el sol, jugando así con lo ambiguo, sin saber si es interior, exterior, día o noche. La característica forma de la bombilla, perfilada como un ojo, aparenta ser ese ‘ojo que todo lo ve’ y que observa la realidad de la guerra.

La historia del Guernica comenzó en enero de 1937. El Gobierno de la República encargó a Picasso un gigantesco cuadro para exponerlo en el pabellón español de la Exposición Universal, que tendría lugar ese mismo año en la capital francesa. Fue el 1 de mayo el día en que el malagueño abordó el lienzo aún en blanco, esbozando los primeros bocetos. Unos días antes, el 26 de abril, la población vasca de Guernika había sido bombardeada por aviones alemanes, que habían dejado la localidad completamente devastada.

El cuadro de Guernica fue una de las – pocas – veces que Pablo Picasso se implicó en el tema social, fue una declaración en contra de la guerra. Desde entonces, su obra viajó por toda Europa y atravesó el atlántico para llegar a Estados Unidos, en busca de financiación para el bando republicano. Tras el triunfo del franquismo, el cuadro permaneció cuarenta años fuera de España, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA), a petición de Picasso, que no deseaba que su pintura volviera a España hasta que se restaurara un sistema democrático. En 1981 y más concretamente el 10 de septiembre, la gran obra de Picasso llegó a Madrid. Se expuso en el Casón del Buen Retiro hasta que se trasladó al Museo Reina Sofía, donde se encuentra en exhibición permanente.

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