La cantante ha protagonizado muchos de los momentos más destacados; alabados y criticados; de la prensa mundial. Seguro que todos recordamos el famoso vestido de carne que la artista lució en los premios MTV de 2010, cuando aseguró que utilizó esa prenda compuesta por filetes de carne cruda para reivindicar lo que no era; un simple trozo de carne.
Una proclama que fue igual de comentada que la siguiente, en los MTV de 2011, cuando lo que hizo fue vestirse de hombre. Recibió el premio a “mejor vídeo femenino” por su canción Born this way enfundada en un traje negro “masculino”, camisa blanca, un cigarrillo en la oreja y pelo corto negro. Todo un show que, al mismo tiempo, podemos entender como una reclamación a la autenticidad y la naturalidad para actuar tal como nos sintamos; haciendo desaparecer esos marcados roles de género que tanto nos condicionan.
En boca de todos, Lady Gaga ha demostrado ser un icono de nuestro tiempo y, pese a que su personaje público está teñido de rubio platino, uñas postizas y mucho maquillaje, sus canciones han calado muy hondo en la sociedad, dejando ver que, detrás de lo que podría parecer una coraza luminosa, se esconde un alma triste y con mucha necesidad de componer su música para cambiar un poco su mundo. Million reasons o Till It Happens to You, son ejemplos de letras en las que Gaga deja entrever su fragilidad.
En esta ocasión, también lo hace. A star is born podría ser, perfectamente, el himno de una generación, además de ser la película del momento. En ella, Lady Gaga hace, seguramente, la aparición más rompedora que ha hecho hasta ahora, convirtiéndose en Ally, pero posando en ella todas sus inseguridades, miedos y, ante todo; su verdad. Gaga cuenta que ha llorado, ha reído y se ha sentido muy especial trabajando en esta super producción. Asegura que es una persona que ha lidiado con la depresión y la ansiedad durante toda su vida y que es el personaje que muestra socialmente quién muchas veces hace desaparecer estos sentimientos. Sin embargo, en la película, el personaje se esfuma.
Vemos una Gaga que interpreta el papel de una chica corriente que trabaja en un restaurante, vive con su padre y tiene una vida aparentemente normal, pero esconde un secreto; su voz. Una historia que podría coincidir perfectamente con su propia historia.
Es entonces cuando se topa con un guitarrista / cantante muy conocido en Estados Unidos; Jackson Maine (interpretado por Bradley Cooper; director de la película y actor protagonista) quién queda embelesado por su voz y su carisma y decide invitarla a compartir escenario.
Y el escenario debe ser el lugar dónde más chispas saltan por segundo; no solo por la música; sino también por la compenetración que ambos comparten. Desde ese primer encuentro en las tablas, la película se convierte en un espectáculo. Tanto Cooper como Gaga, así como cada una de las canciones que tocan, son increíbles y, para el espectador se hace difícil desprenderse de esa magia que, en mi opinión, sí continúa latente durante toda la película.
Además, el argumento cuenta con un trasfondo que habla de los problemas que encierra la vida de los artistas; tan envidiados, pero, en realidad, tan desolados y, tantas veces, solitarios.
El papel de Ally (Lady Gaga) cobra un sentido inimaginable en la vida del guitarrista, al tiempo que él se hace imprescindible en la vida de ella.
Una historia que gira alrededor de una banda sonora con canciones que acompañan a los protagonistas de principio a fin.
Una bomba musical que explota con la reafirmación de Gaga como icono y de Cooper como buen actor y, por primera vez, director.