Putos parias sin principios,
seguid, seguid abrazando
con codicia el metal redondo,
el papel verde y valioso.
Soñad con que cagáis oro
y besáis vuestras heces propias.
Soñad, imbéciles rancios,
que el mundo es vuestro
y vuestros son sus ríos,
sus montañas, sus valles,
hasta sus mares deliráis poseer.
Con vuestra codicia
marcháis felices por la historia.
Que pensáis por todos,
sin contar con nadie,
que aduláis vosotros
por dinero hasta el aire
y decís nada con mil letras,
embobando a los que os
adoran y vuestro nombre
en las urnas inyectan.
Continuad en ese cauce
hasta que vuestros cuerpos
cambien por estacas
y veáis como se esparce
vuestra sangre en el tiempo.
Vivís como cerdos, en piara,
sentados en el congreso,
uno a uno, en escala,
peleando por el poder
que os corrompe como droga.
Y lloráis y acusáis y berreáis,
pero nunca vi si pensáis.
Que algún día os pudriréis
y vuestro poder se irá
¡malditos, se esfumará!
No os admiro, ni os detesto:
os odio, bastardos del poder,
que os fumáis nuestras vidas
con vuestras leyes y decretos
como cigarros tras la noche.
Con vuestros nombres
estáis amargando a la Historia…
esa que algún día terminará
haciendo de vosotros una nada,
tan igualitaria como la miseria
que día a día
‘los nadie’ nos bebemos.