Igual que un gato negro en un martes 13, voy caminando de puntillas para no romper nada. No sé cuántas veces volví a pasar por debajo de la escalera, con tal de ver si está vez iba en serio. Lo de que se acaba, lo de que trae mala suerte.
Tiré la sal, pero volví a ver si quedaban restos. Rompí el espejo y seguí mirándome todas las mañanas. Abrí un paraguas dentro de casa, rompí tus fotos, me levanté con el pie izquierdo, comencé a llevar jerséis amarillos. Brindé con agua.
Y digo yo que pobres gatos, cruzándose cada día con desgraciados que le echaron la culpa de su desgracia, que todos los días 13 me pasaron cosas bonitas y que mi color favorito, siempre, fue el amarillo. Y así me va o así nos va a los dos. Quién me ha visto y quién nos ve.