Del mismo modo pasa si nos tocan, ¿no? Porque, claro, desde aquí podríamos empezar a deducir que son miles de millones de huellas dactilares las que tocan, a lo largo de la vida, nuestra piel, pero solo un número muy reducido de todas ellas, es el que se queda a pasar la noche. Espero que estéis entendiendo la analogía.
Empiezo a pensar que, igual, todo se reduce a eso, unas huellas dactilares donde quedarse a vivir. O mucho más sencillo: unas huellas dactilares en ti de por vida. Y de verdad que no importa si el dueño de las huellas sigue en tu vida o si hace diez veranos que no le ves. Las huellas están ahí, ¿lo entendéis?
Esto no tiene por qué ser bueno. Hay personas que pasan años intentando deshacerse de unas huellas pero hay una parte de éstas que siempre se queda impregnada y es algo así como que va donde tú vayas viviendo lo que tú vives.
Pero bueno, qué más da eso ahora. Quizás tú no te vayas ni con lejía de la vida de alguien. Y eso es bonito. O quizás no.