Cielo que te cierras hoy,
Descúbreme tus piernas
y tus manjares
para que pueda beber de tu zumo
húmedo y sujeto por las lluvias.
Dame algún pedazo de tus nubes peludas,
de tus grises tormentas pasionales,
relinchantes como truenos orgásmicos.
Un musgo aterciopelado, verde y libido
has de contornear por la esfinge de mi pelvis
Cielo, ¿eres tú la guerra histórica
que fornicó las vidas de milicias madrileñas?
¿la misma aurora que divinizó el rostro de Aquiles
y hoy pide mi fuerza?
Has de saber, celeste amor, que de tu foco
nacieron los llantos y delitos,
los vómitos ebrios,
las estrellas de mis nervios,
el amor
y, quizás,
el azúcar que todos añadimos al café.