Corría el año 1976 y Jamaica, la isla de las sonrisas pobres, se enturbiaba por la guerra fría como muchos otros puntos del planeta. En mitad de todo un hombre con un nombre que ejerce de núcleo central de la historia del reggae: Bob Marley.
Por entonces, la pequeña isla caribeña vivía una disputa política entre dos partidos el PNP, socialista, y el JLP, conservador y de derechas. Aunque Marley se había declarado amigo y simpatizante de Michael Manley (el líder socialista que aspiraba a ser reelegido presidente), siendo conocedor de la importancia de su fama, decidió distanciarse de la clase política y mostrarse neutral. Que Marley se posicionase públicamente, podría decantar el resultado electoral de un lado o de otro y esto es algo que los partidos jamaicanos sabían de sobra.
—Los políticos son el diablo— decía el cantante en una entrevista para la Rolling Stones.
Entre tanto, las calles de Jamaica se convirtieron en un caos. Las bandas, subvencionadas por uno u otro partido, emplearon la violencia y la coacción en busca del voto para su candidato, dando un paso más allá del caciquismo y acercando a la isla a una especie de guerra civil que poco importaba al resto del mundo.
Aunque Marley se mostró neutral en mitad de un violento y traumático camino electoral, muchos sospechaban que el cantante terminaría por apoyar al PNP, no solo por la amistad que tenía con Muchael Manley, sino por su cercanía ideológica. Tanto es así, que el PNP presionó al cantante para que diese un concierto por la paz, donde intentase frenar la sangre que inundaba las calles de Kingston. Finalmente aceptó cantar en un concierto por la paz, aunque advirtió que no se posicionaría políticamente.
Así, el PNP y Marley pactaron un concierto solidario el 5 de diciembre de 1976. Eso sí, el cantante exigió que el líder del partido conservador JLP estuviera presente en aquel acto cultural y social bautizado como ‘Smile Jamaica’, con la intención de poder frenar la ola de violencia que por entonces ahogaba las calles de Kingston y otras grandes ciudades. Era, sin lugar a dudas, un concierto por la paz.
Según narran y relatan algunos periodistas cercanos a Marley, desde ese momento, las amenazas por parte de la derecha jamaicana, apoyada y financiada por la CIA norteamericana, se convirtieron en una realidad cotidiana para el cantante y los miembros de su banda. Así lo narra —de forma maravillosa, por cierto— el escritor Marlon James en su libro, ‘Breve historia de siete asesinatos’.
Las amenazas fueron a más cuando el 3 de diciembre, días antes del concierto por la paz, el cantante fue asaltado en su casa mientras ensayaba. Misteriosamente los guardias de seguridad que custodiaban su casa desaparecieron durante unos minutos. Tiempo suficiente para que varios hombres armados se bajasen de dos coches blancos y entrasen en la mansión de Marley disparando a quema ropa a todo lo que se movía. 83 balas se derrocharon aquella noche, según cuentas las malas lenguas. Entre ellas, una alcanzó a la entonces esposa del cantante, Rita Marley, otras cinco perforaron la piel de su manager, Don Taylor, y finalmente otra terminó por rozar el brazo de Bob, provocándole heridas leves.
De los pistoleros nunca se supo nada. Jamás se descubrieron sus identidades. El intento de asesinato es hoy uno de los mayores misterios de la isla caribeña. Lo que nadie duda es que la CIA andaba detrás de aquello. Aunque la historia tiene todos los ingredientes propios de las conspiraciones cinematográficas, que Estados Unidos tenía intereses cercanos en impedir el concierto por la paz era una realidad poco cuestionable, pues que Marley cantase para su pueblo significaría la reelección automática del socialista Mchael Manley, algo que en plena guerra fría simbolizaba un tanto a favor de Rusia.
Más allá del misterioso ataque, Bob Marley, herido de bala, cantó en el ‘Smile Jamaica’, agrandando un poquito más su fama y su heroísmo popular, para clamar por la paz de un pueblo pobre que vivía desde hacía poco menos de un año en estado de emergencia.
— Si la gente que está tratando de hacer de este mundo un lugar peor no se toma ni un día libre, ¿cómo podría tomarlo yo?— dijo en mitad del concierto, propiciando la ovación de una ciudad entera que se había congregado para ver a su verdadero líder.