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Cuando ser mujer penaliza: mujeres expertas invisibles9 minutos de lectura

por Karina Cáceres
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Después de varias semanas de la cuarentena generalizada a nivel mundial, los editores de revistas académicas han comenzado a notar una tendencia: las mujeres expertas, que inevitablemente asumen una mayor parte de las responsabilidades familiares, parecen presentar menos documentos. Sin embargo, por más de que la crisis producida por el nuevo coronavirus está potenciando todas las desigualdades que ya existían previamente, la brecha de género dentro de la academia y la divulgación científica no es ninguna novedad y está yendo a peor.

Durante los últimos años se vienen multiplicando diferentes iniciativas y movimientos que reclaman con fuerza una mayor presencia y visibilidad de las mujeres expertas en el debate público. La creciente literatura sobre las desigualdades de género en el campo académico muestra que, a pesar de la notable mejora en el acceso de mujeres a todos los niveles de la educación superior, cuando volcamos la mirada al mundo, constatamos que los referentes siguen siendo ellos.
 

La brecha de visibilidad

Existe en el mundo académico y de la investigación diferencias en cuanto a la valoración del conocimiento producido por hombres y mujeres. Así, a pesar de que la productividad de las mujeres en muchas disciplinas es hoy en día igual a la de los hombres, la valoración y visibilidad del trabajo producido por mujeres no es la misma. Los estudios encuentran importantes brechas de género en la visibilidad de la investigación: la investigación producida por las mujeres expertas (medida a través del número de citas de los artículos publicados por mujeres en revistas indexadas, por ejemplo) tiende a ser menos visible que la de sus pares hombres.

Más aún: las mujeres tienden a recibir menos crédito que sus contrapartes masculinas al publicar los resultados de su investigación; y son más cuestionadas por su trabajo debido a que los criterios suelen ser más exigentes. Una vez que se publican los resultados de la investigación, es difícil para las investigadoras recibir el mismo crédito y reconocimiento que sus contrapartes masculinas.

Además, las mujeres continúan estando subrepresentadas en los departamentos universitarios: su participación disminuye cuando se escala en los puestos de poder de la gestión académica. En España en el año 2019 más de la mitad (54,8%) de los estudiantes en universidades españolas, en torno a un 40,5 % del profesorado y un 22,5 % de los catedráticos eran mujeres, pero sólo un 16% de ellas llegar a la rectoría.

Una de las consecuencias de la falta de mujeres expertas en el ámbito de la divulgación científica es el sesgo en la visibilidad. Un buen ejemplo de esto sucede en las conferencias: las presentaciones dadas por hombres son más largas y éstos hablan más tiempo que las mujeres de su misma categoría profesional; mientras que las mujeres hacen menos preguntas. Así, los hombres reciben más invitaciones a presentar en seminarios, conferencias y son la gran mayoría de keynote speakers por lo que, los hombres, a igual presencia que las mujeres, son más visibles en ciencia. Además de los ya conocidos #mannels en las conferencias y seminarios.

Esto acaba teniendo un efecto importante en la exposición de las mujeres en otros espacios no académicos, como por ejemplo en los medios de comunicación, en los que sigue siendo muy frecuente el hecho de encontrar solo hombres como referentes de temáticas relevantes. Solo un 21% de las columnas publicadas en la prensa española están escritas por mujeres, mientras que en Europa la media es del 23%.

Si se observa los temas sobre los que escriben, en todas las categorías domina la opinión masculina, pero es mucho más pronunciada en los contenidos sobre Ciencia (h: 93% vs m: 7%); Deporte (h: 90% vs m: 10%) y Economía (h: 88% vs m: 12%). Las secciones con mayor presencia de opinión femenina son Sociedad (40%), Estilo de vida (38%) y Salud (37%), seguidas de lejos por los contenidos sobre Economía, Deportes y Ciencia. En relación con el tema Política, sólo un 19% de las piezas de esta categoría han sido escritas por mujeres.

Para entender mejor la invisibilización de las expertas y la ausencia de ellas en ámbitos de discusión pública podemos utilizar la metáfora de un “laberinto”:  las trayectorias profesionales son como caminos que pueden adoptar diversos rumbos y donde las distancias, para llegar a los mismos logros, implican obstáculos distintos según el género de quien los transita.
 

¿Cuáles son los principales obstáculos que enfrentan las expertas?

Las diferencias en cuanto a acceso y progresión en la carrera y salarios, así como en cuanto a la valoración y visibilidad del trabajo producido por mujeres y hombres, se explican a partir de factores que se van sumando durante toda la carrera académica.

#1 Los hombres son “brillantes” y las mujeres somos “muy trabajadoras”: los estereotipos de género

El concepto de género no es un sinónimo ni un equivalente del término “mujer”, sino que refiere a un sistema de relaciones sociales que establece jerarquías y diferencias de poder y comportamiento entre mujeres y hombres. Además, establece jerarquías ancladas en ideas y creencias sobre lo femenino y masculino, como nociones culturales e históricas. Si nos centramos en la ciencia y su divulgación, se continúan reproduciendo “sesgos implícitos de género” respecto al papel de las mujeres en la docencia, la investigación o la práctica profesional, teniendo impacto diferenciado sobre las probabilidades de éxito académico de ambos géneros.

Los sesgos de género trabajan en perjuicio de las mujeres, por ejemplo, hay mujeres que son vistas (muchas veces) como professional wives de sus mentores masculinos e incapaces de producir publicaciones de calidad sin presencia masculina en los equipos de investigación o también, hay cierta feminización de ciertos campos o metodologías. Así, la preferencia de muchas mujeres por metodologías cualitativas o por temas como género, educación y trabajo social contribuye a la subvaloración de su trabajo, en contraposición con estudios que se ajustan a las líneas teóricas y metodológicas predominantes en la disciplina.

#2 Los cuidados tampoco se comparten en la universidad

Lo llaman la trampa trabajo doméstico en la universidad. Son tareas invisibles, no remuneradas, que no cuentan para promocionar y progresar en la carrera académica. Varios estudios sobre el rol de la mujer en la Educación Superior en Europa han ido demostrando cómo el llamado academic housework (trabajo doméstico) supone una barrera más para poder acabar con la brecha de género en la Universidad, pues son las mujeres las que realizan más tareas relacionadas con la atención al alumnado, la participación en comisiones, grupos de discusión o la organización de actividades para promocionar la vida comunitaria en los campus, entre otras.

Como consecuencia, las mujeres están cargadas de manera desproporcionada con un trabajo que tiene poca visibilidad, que impacta negativamente en el tiempo para avanzar en sus carreras. El academic housework está infravalorado, además de restar muchas horas de trabajo destinado a la investigación y a lograr méritos para promocionar. Y es que entre los requisitos para lograr la excelencia en la carrera universitaria se valoran, sobre todo, comportamientos masculinos: muchas horas de trabajo, competitividad y poca manifestación de emociones.

#3 ¿Tener o no tener hijos? La maternidad como obstáculo

Las mujeres han experimentado una “revolución trunca o a medias”: han podido salir al ámbito público a trabajar, pero las relaciones de género no han cambiado dentro del hogar. Esto ha dado lugar a que muchas deban lidiar con una “doble jornada” laboral, pues cumplen con un horario de trabajo similar al de los hombres para luego llegar a sus casas a ocuparse de las tareas domésticas y de cuidado. Para muchas mujeres la maternidad suele coincidir con los procesos de ascenso y consolidación en la carrera académica. Esto puede afectar sus trayectorias de diversas maneras: algunas optarán por salirse de la carrera académica al considerarla incompatible con sus nuevas; otras, por ubicarse en posiciones de menor rango y carga de tiempo.

Muchas mujeres no optan entre la familia o el trabajo, sino que despliegan estrategias de priorización que les permitan compatibilizar la vida laboral y familiar. Así, encuentran que muchas mujeres dan prioridad a demandas específicas —como la enseñanza o las tareas administrativas— y ponen de lado tareas como la investigación, lo que, si bien puede no impactar en su permanencia en el trabajo, sí lo hace en sus posibilidades de avance y reconocimiento.

Sea como fuere, queda claro que la “doble jornada” y la “penalidad de la maternidad” o la “economía del cuidado” tienen un impacto importante en las trayectorias de las mujeres académicas, y que interactúan con los mecanismos sutiles de discriminación que se encuentran en los procesos y formas de organización propios de las universidades y los centros de investigación.
 

#NoSinMujeres: una consigna clara

La ciencia y su divulgación no se muestran como una entidad neutra, apolítica y libre de interferencias. La ciencia está inmersa y se desarrolla en nuestras sociedades y, por tanto, está intrínsecamente afectada por las mismas variables que nos configuran y/o determinan. Estará por tanto afectada por la ceguera de género en la medida en que lo estén los mecanismos de socialización en la que esté inmersa. Las desigualdades dentro de la ciencia y su divulgación existen; y no solo son injustificables, sino que llevan a una constante pérdida de talento y riqueza de perspectivas en la forma como abordamos los problemas sociales.

La constatación de que la inercia no será suficiente para acabar con la brecha de género, en salarios, en puestos de decisión, en representación, están dando un nuevo impulso al feminismo en casi todo el mundo. Tenemos que potenciar los esfuerzos colectivos para visibilizar las investigaciones de las expertas, necesitamos más referentes femeninas, se necesitan políticas de acción positiva, se necesitan más mujeres en las comisiones y se necesita luchar contra el sexismo en la academia, para lograr un debate público más plural, diverso, pero sobre todo más inclusivo e igualitario.

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