Sin rodeos. Con el año nuevo, ha llegado el momento de hacer un repaso de las mejores piezas que dejó en la cartelera el ya polvoriento 2017.
Antes de entrar en materia, es imprescindible señalar que este es mi top, y como tal, es estrictamente personal. Incluye las cinco películas del 2017 que más me gustaron o que considero más relevantes en su entorno. Es probable que estas no sean las cinco mejores obras cinematográficas del último año; el acierto en la selección depende del paladar de cada uno. Además, hay (seguramente) grandes películas estrenadas en 2017 que no he visto –En la playa sola de noche de Sang-soo; Wonder Wheel de Allen- y que, por tanto y para mi vergüenza, se quedan fuera del top. Por último, he decidido no ordenar las películas dentro de la lista: el hecho de recuperar cinco obras de entre la producción artística de todo un año ya me parece lo bastante sacrílego. Dicho esto, al lío.
Nota: Para la elección de las películas me he basado en sus fechas de estreno en España
La región salvaje (Amat Escalante, México)
Escalante nos presenta aquí a tres personajes conectados por lazos amorosos y/o sexuales, en una localidad con fuertes convicciones familiares y tendencias hipócritas, machistas y homófobas. La situación de los protagonistas, atascada en el drama contenido, explota con la aparición de un alienígena tentacular que saca a relucir sus instintos más puros y carnales. Es sorprendente como, con una sinopsis que provoca entre intriga y risa floja, el director construye una pieza brusca, y muy humana.
Lejos de la explicitación prepotente de la frontera entre sexo y amor de Gaspar Noé, Escalante aborda este mismo debate con una libertad que casi parece indiferencia hacia su propio simbolismo, sumergiéndose -con delicadeza en la narración y tosquedad en la imagen- hacia lo más profundo del instinto humano. Desde una premisa menos apegada a la realidad que la de otras piezas latinoamericanas de este corte, como Desde Allá, esta Región Salvaje se nos muestra tan crudamente social que la presencia del extraterrestre se siente real como cualquier otra herramienta narrativa de la película.
E3: la película (Víctor M. Martínez y Xavi Robles, España)
Esta puede ser la elección más discutible de la lista; pero no colocarla en el top sería traicionarme a mí mismo. La película de los chicos de Eurogamer, medio periodístico barcelonés sobre videojuegos, es una delicia humilde que me pilló completamente desprevenido. En apenas dos horas, los colaboradores habituales de esta plataforma retratan con detalle enfermizo su experiencia durante la cobertura del E3, la mayor convención de videojuegos del mundo, que se celebra cada año en Los Ángeles.
Salvando las distancias con el contenido en vídeo habitual de Eurogamer, este documental expone -y desnuda- a los miembros del grupo mientras afrontan los altibajos de una feria que está perdiendo su esencia, y que es, a la vez, reflejo de la industria del videojuego y de la búsqueda de ese “niño ilusionado” con el que los protagonistas ya apenas son capaces de conectar. Un relato austero, directo y encantador que puede resultar, quizá, poco accesible para los no iniciados en el tema; para el resto, un ejercicio de pureza imprescindible.
Manchester frente al mar (Kenneth Lonergan, EE.UU.)
Las apariencias pueden engañar, y Manchester es el mejor ejemplo. Lonergan nos presenta en la cinta a Lee Chandler, un huraño inaguantable que regresa a su ciudad natal para hacerse cargo de su sobrino tras la muerte del padre de este, su hermano. Con una buscada (traicionera) apariencia de telefilme, Manchester frente al mar se va desnudando ante el espectador como una historia mundana, local, que te invita a entrar sutilmente en la vida de esta familia en la población costera.
Pero Manchester frente al mar se revuelve. Y no tiene piedad. Su estructura, con tintes de escrito godardiano a ratos, solo deja que veas lo que necesitas ver en cada secuencia; a nadie le importa lo que quieres ver. Así, únicamente cuando él considera que estás preparado, Kenneth Lonergan te golpea como nada en una pantalla me ha golpeado este año. Es una respuesta elegante a las obras que copan su tensión con revelaciones baratas; Manchester escupe su drama asfixiante sin paliativos, porque así es como lo experimentan los personajes.
Sieranevada (Cristi Puiu, Rumania)
Esta ha sido la elección más sencilla de toda la lista, sin duda. No voy a explayarme: Sieranevada dura dos horas y cincuenta y tres minutos; y funciona. Lo que para incontables directores habría sido un suicidio vergonzoso, para Cristi Puiu es una exhibición de talento. Un impecable abrazo entre guion y dirección. Una filigrana.
Puiu te obliga a asistir a una cena familiar en fechas señaladas, que es excusa para que afloren rencores, sentimientos reprimidos, viejos conflictos y choques ideológicos. Y cuando digo “te obliga”, es porque te obliga: la película refleja la acción en tiempo real, mostrando absolutamente todos los momentos del tragicómico reencuentro de este clan. Pero también te obliga a reconocer que no has podido apartar los ojos de la pantalla. El cine es un arte que nació para contar historias, y este año Cristi Puiu ha hecho gala de una maestría para contarlas de la que pocos pueden presumir. No es mi película favorita, y ni siquiera puedo decir que le tenga cariño; pero soy incapaz de sacarle un solo defecto. Mi más sincero respeto.
Verano 1993 (Carla Simón, España)
En último lugar, mi último pequeño-gran descubrimiento de la cartelera de 2017. Verano 1993 es luz, y es naturaleza, y es sosiego; pero también es sangre, y es muerte. Carla Simón, en su primera cinta, construye una narración que decide no posicionarse entre un canto a la vida y un relato devastador. Es belleza y es dolor, ambos mostrados al espectador pero apenas descritos, a través de una dirección cándida y sobre todo catártica.
Verano 1993 es un mosaico delicado y honesto de sustantivos, de elementos que conforman la historia de una niña que debe enfrentarse al mundo real casi antes de saber leer. La cámara invisible subraya esta sequía de adjetivos, de connotaciones y artificios, que permiten a la opera prima de Simón brillar con toda naturalidad. Además, el hecho de que la acción de Verano 1993 tenga lugar en el paisaje mediterráneo potencia su capacidad de transmitir dolor. Porque se siente cercano, se siente real. Verano 1993 duele de verdad, y por eso es tan grande.
Mención honorífica: Logan (James Mangold, EEUU)
Esta lista debería haber acabado con el film anterior, pero he decidido incluir también Logan, la película que, este año, ha cerrado -en teoría- la trayectoria del personaje de Marvel Lobezno en la gran pantalla. Esto se debe, especialmente, a las declaraciones de la actriz y directora Jodie Foster de hace un par de días, en las que afirmaba que el cine de superhéroes está arruinando los “hábitos de observación de la población mundial”. Este último año llegaron a las salas varias piezas de temática superheroica que nadan a contracorriente, desmarcándose de las críticas de Foster; y entre todas ellas, despunta Logan.
Más allá de aportar simples revisiones de personajes ya vistos en el cine, James Mangold ofreció con este filme una perspectiva nunca antes explorada del propio cine de superhéroes. ¿Qué hay después del héroe? Esa pregunta concentra la gran cantidad de horizontes que el director abre al público, colocado frente a un Lobezno que es mucho más Logan que Lobezno. La cinta se recrea en el declive del personaje; nada de homenajes empalagosos. Es, sin duda, la película de superhéroes con la mano directora más notoria, sucia y carismática que he visto. Con su tratamiento de western crepuscular, Logan ofrece una decadente desmitificación de su propio sector. Una muerte trivial, pero sincera. A pesar de no estar al nivel de profundidad de las otras cinco películas del top, su enorme relevancia dentro de su campo la hace merecedora de un hueco en la lista. Si quieres ver una película de superhéroes de 2017, tienes que ver esta.