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El panorama político en Brasil tras el empujón al PT10 minutos de lectura

por Laura G. Vilanova
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El escenario político en Brasil acarrea un cambio en una doble vertiente desde que se destituyera a la presidenta Dilma Rousseff en 2016. Un golpe blando o neogolpe en forma de impeachment y por medios constitucionales apartó del poder presidencial a la presidenta electa. Así lo afirmó Michel Temer, líder del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), el que fuera aliado de gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) y vicepresidente de Dilma Rousseff y por tanto presidente en funciones tras el impeachment.

 


Una serie de circunstancias y factores económico – políticos desencadenaron la tormenta perfecta que rompió en agosto de 2016 el orden político establecido. El PT llegó al poder presidencial en Brasil de la mano de Lula da Silva en 2003, líder carismático, dirigente de un partido de bases y vinculado al movimiento sindical en un Brasil tomado por las reformas neoliberales de los ‘90 generadoras de millones de pobres, siendo así Brasil, uno de los países más desiguales, que no pobres, de América Latina. La desigualdad se mide en términos económicos y educativos, siendo este combo un círculo vicioso que el PT logró interrumpir en su período de gobierno.

El lulismo consiguió un balance, receta mágica, win-win, entre las clases más bajas de la sociedad y un concierto económico muy favorables para el empresariado brasileño. Acompañado de precios favorables de commodities en el mercado internacional, Brasil se posicionó como país emergente económicamente, constituyendo los BRICS, G20+, líder en las negociaciones de la Ronda de Doha junto con India, y líder regional en la construcción de infraestructura con el BNDES y en el impulso a un regionalismo político en el Mercosur junto con Kirchner y constituyendo la UNASUR junto con Chávez.

A la vez, aumentó las posibilidades de consumo de las clases más bajas mediante uno de los programas sociales de transferencias monetarias más amplios, el programa Bolsa Familia y otras iniciativas de redistribución, las estimaciones cifran en 30 millones de personas que salieron de la pobreza en Brasil con las políticas sociales del PT.

De acuerdo con el Latinobarómetro de 2010, Lula dejó paso a su sucesora, Dilma Rousseff con un 87% de aprobación de gobierno. Rousseff heredó los componentes del lulismo ante un escenario diferente. El precio de las commodities disminuyeron sumiendo a Brasil en un marco económico menos competitivo, un gran abanico de factores generaron la destitución de la presidenta en un golpe de estado constitucional en forma de impeachment.

Las manifestaciones que se registraron a lo largo del país en 2013 sumieron al país en un conglomerado de protestas de diversa ideología y reivindicación. Desde la subida del precio del transporte en Sao Paolo, al despilfarro por los juegos olímpicos y mundial de fútbol, a la violencia policial, a la corrupción.

Dia em que os brasileiro foram à rua pedir o fim da corrupção | Flickr de Lucas Borghetti

Pero además estas manifestaciones mostraron la cara amarga de la redistribución. Algunas investigaciones realizadas durante las manifestaciones en pro de la destitución de Rousseff encontraron que “el 70,9% de los manifestantes afirmó que la discriminación positiva en las universidades fomenta el racismo; 60,4%, que el programa de redistribución de renta Bolsa Familia «financia a perezosos»; 86,40%, que la mejor manera de conseguir una sociedad en paz es aumentar los castigos a los criminales y 70,40% dijo creer en el discurso de la meritocracia” (ver Solano 2016 en Nueva Sociedad). Y es que para que un país acumule la riqueza en las clases altas, como es el caso de Brasil, necesita de una gran masa pobre.

Por otro lado, el caso de corrupción vinculado a Petrobras fue el gran reclamo contra el gobierno. Tres de los partidos tradicionales se vieron involucrados en el mismo: el PT (gobierno), MDB (vicepresidencia y aliado) y PSDB (oposición y principal rival del PT en las elecciones desde 1994 hasta 2018). Sin embargo, el poder judicial en conjunto con los medios de comunicación – en particular Globo – canalizaron todo el peso de la operación Lava Jato contra la presidencia de Brasil, más allá de la coalición de gobierno. El juez instructor, Sergio Moro, hoy ministro de justicia y seguridad pública de Bolsonaro, imputó a Lula y Rousseff por un delito fiscal. La justicia les ha absuelto en la actualidad.

El delito – común entre los gobernadores en Brasil- acaparó todo el peso del golpe por la difamación del aparato jurídico mediático. Se obvió el peso político del proceso destituyente ilegítimo poniéndose énfasis en el proceso jurídico del impeachment. Una vez consumado el golpe en Brasil, se inicia una nueva era política.

Diputados opositores y oficialistas muestran carteles con leyendas opuestas: “Juicio político ya” y “Juicio político sin crimen es golpe” durante una reunión de la comisión parlamentaria que debe decidir si el pedido de juicio político a la presidenta Dilma Rousseff pasa a la cámara en pleno, lunes 11 de abril de 2016. (AP Foto/Eraldo Peres)

Por un lado, el gobierno en funciones, quizás podríamos decir de facto, se compuso de hombres blancos adinerados que recortaron gasto público en pro de privatizaciones y recortes de derechos.

Por otro lado, el sistema político brasileño favoreció el cambio en el Parlamento, y es pertinente que nos detengamos un momento a revisar el contexto institucional: Brasil es un sistema político presidencialista y su forma de Estado es federal. En la práctica política ese presidencialismo necesita de coaliciones en el Parlamento para posibilitar la gobernabilidad, debido a la multitud de partidos presentes en el Parlamento. Este, a su vez, se compone de dos cámaras, una de diputados y otra de senadores electos por los estados que componen la federación. El peso de los senadores se vincula al poder de influencia del gobernador estadual. Por tanto la federación tiene un gran peso en la política nacional. Y aún hay más, el sistema electoral es de listas abiertas, por lo que el desempeño individual de cada candidato es más relevante que la ideología de partido. Y también tengamos en cuenta que Brasil, siendo uno de los países más desiguales en términos educativos y económicos, tiene un Parlamento con ínfima representación de la clase obrera, las élites políticas están estrechamente vinculadas al poder económico. El presidente está ligado al Parlamento por coaliciones para la gobernabilidad y a los gobernadores por influencia en el Senado.

El cambio en la composición del Parlamento se ha visto favorecido por la irrupción de nuevos actores en política. Las consignas anticorrupción de las protestas se han vinculado a consignas antipetistas (en referencia al PT) y a la adaptación de un discurso más moralista pro-valores tradicionales y en pro de más seguridad. Además, las iglesias evangelistas, en su vertiente neopentecostal se vienen expandiendo en número de simpatizantes, pero también en su actividad política. Si bien Brasil es un país en el que la religión católica es más numerosa, la subida de evangelistas ha sido exponencial en los últimos años. El caso más representativo es el de la Iglesia Universal del Reino de Dios, un conglomerado religioso-financiero con medios de comunicación que tiene miembros políticos en posiciones de poder como es el caso de la alcaldía de Rio de Janeiro. Según algunos autores, la izquierda tradicional está quedando reducida a ámbitos universitarios.

O templo maior da Igreja Universal do Reino de Deus, visto do estacionamento do Shopping Iguatemi, em Salvador – BA.

Y es que las bases que antes pertenecían y formaban la esencia del PT, han ido vinculándose con estas iglesias tras sentir distancia con el PT, la política de altas esferas y vinculación con grupos de poder. Estos grupos evangelistas han ido consiguiendo simpatizantes, afiliaciones y votos en miles y miles de casos.

Igreja universal do reino de deus | Flickr de Bel Fegore

Entonces, las elecciones tras el golpe se celebraron en 2018. Es sabido que el nuevo presidente es el militar Jair Bolsonaro, de discurso radical y fuerte retórica anti-ideología de género, comunidad y derechos LGTBI y comunismo cultural. Pero no es menor considerar que el nuevo Parlamento que le acompaña no dista mucho de su visión de un mundo ideal en el que la familia y el ejército son los pilares de la sociedad.

Se vislumbra una pérdida de presencia de los partidos tradicionales en ambas cámaras, hay un descenso claro de diputados del PT, PSDB, MDB y una presencia abrupta de diputados del PSL que con 52 escaños pasa a ser el segundo grupo parlamentario, 21 de los cuales son profesionales de las Fuerzas de Seguridad. Por otro lado, si bien el PT ha perdido influencia en número de parlamentarios, el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), partido al que estaba afiliada la concejal asesinada Marielle Franco, partido de izquierda registra un crecimiento del 100% obteniendo 10 diputados. El Senado se ha renovado en un 87%. Pequeños partidos como el PSL, el Partido NOVO y el Partido Social Cristiano (PSC) han conseguido estados. En la campaña política se ha identificado un lenguaje y mensaje común al de Bolsonaro, más allá de apoyar su candidatura o no.

Mencionar también, que el nuevo Parlamento se compone de la mitad de los parlamentarios electos millonarios según sus declaraciones de bienes.

El cambio en el escenario político es tal, que la expresidenta Rousseff, dirigente histórica del PT, difamada por Bolsonaro (quien elogió al torturador de Rouseff durante la dictadura), perdió en su candidatura al Senado por el estado de Minas Gerais.

Se ha cumplido 1 año del nuevo ciclo político en Brasil. Los balances indican que el presidente estaría perdiendo popularidad, ante lo que responde con mayor crispación en su discurso. Por otro lado, las reformas que se están llevando a cabo han sido a iniciativa parlamentaria (reforma de las pensiones, agenda económica, etc). Un Parlamento que le sigue el juego al presidente en su delirio por ajustar la sociedad brasileña a sus valores con mano dura.

Lo que muestra una izquierda en minoría y sin margen de oposición. El futuro para el PT pareciera pasar de vuelta por Lula, recientemente liberado.

Coletiva com Lula ex-pres da república

Coletiva com Lula ex-pres da república do Caso da Lavajato / Politica /Jr / Fotos Nario Barbosa / 04/03/2016.

Veamos si entre vuelta y vuelta la agenda de derechos se mantiene y los pobres no vuelven a ser tan pobres para que los ricos sean muy ricos, a costa de derechos, bienestar y medio ambiente.

La democracia no es real si no se gobierna para todos, y por ahora, son muchas las minorías afectadas por esta nueva política. La democracia en Brasil en la encrucijada.

 

Nota: Este articulo está inspirado en un ensayo de la misma autora presentado en el marco de la Maestría en Estudios Contemporáneos de América Latina de la UDELAR en conjunto con la UCM.

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