Entre 1520 y 1522, una revolución burguesa encabezada por las principales ciudades del Reino de Castilla puso en jaque a las tropas de Carlos I, en ese momento ausente debido a su elección como Sacro Emperador Romano. Durante estos dos años, los líderes comuneros y las tropas del Consejo de Regencia, encabezado por Adriano de Utrecht, se enfrentaron en varias batallas, hasta llegar el 23 de abril de 1521 a su culmen en la localidad de Villalar de los Comuneros, que presenció la derrota final de los líderes comuneros, con la excepción de María de Pacheco, esposa de uno de los principales líderes de la rebelión, que consiguió mantener viva la misma en Toledo durante unos meses más.
Los antecedentes más remotos a la rebelión acontecida en 1520 pueden hallarse en la crisis sucesoria acontecida tras la muerte de Isabel I de Castilla en 1504. Tras los breves reinados de Felipe I el Hermoso y la declaración de Juana I como incapaz, asciende al trono su hijo, Carlos de Habsburgo, quien en convoca a las Cortes de Castilla en 1518, para que le juren como rey de Castilla y en 1520, en Santiago de Compostela, con el fin de conseguir sufragar los gastos de su viaje a Alemania para hacerse con el trono imperial. No sin ciertas dificultades argüidas por los representantes de Salamanca, Carlos I consiguió su objetivo y embarcó para el Sacro Imperio, dejando Castilla gobernada por un Consejo de Regencia compuesto en su gran mayoría por sus consejeros de origen flamenco, encabezada por su tutor y confidente, Adriano de Utrecht (quien llegaría a convertirse en Papa)
Ya con la convocatoria de Cortes, la ciudad de Toledo vivió el primer episodio revolucionario, impidiendo a los regidores de la ciudad partir hacia Santiago y haciéndose con el poder efectivo en la ciudad con la toma del Alcázar y la expulsión del corregidor de la ciudad. Cuando las noticias de la insurrección de Toledo contra el rey se extendieron por la Meseta, numerosas ciudades sufrieron incidentes que derivaron en la expansión de la rebelión y la toma del poder por parte de comuneros locales. A tal respecto, destaca la ciudad de Segovia, junto con Burgos, Madrid, León o Ávila, que en primer término se unieron al bando comunero. El 8 de junio, el nuevo gobierno toledano propuso una reunión a todas las ciudades con voto en Cortes con el fin de anular los términos de las Cortes gallegas y reservar los cargos de consejo al rey a hombres castellanos, lo cual incluía la presidencia del Consejo de Regencia. A mediados de agosto, esta reunión se produjo en la ciudad de Ávila, reuniendo enviados de Toledo, Salamanca, Toro y Segovia, con resultados decepcionantes en lo legislativo.
Sin embargo, ante la rebelión abierta de la ciudad de Segovia, el alcalde de la ciudad, Rodrigo Ronquillo sitió la plaza intentándola matar de hambre. En este momento, con la ruptura definitiva de la paz, la ciudad se volcó con Juan Bravo, principal comunero segoviano, y fue capaz de romper el sitio de Ronquillo, gracias a las milicias comuneras llegadas de Toledo, con Juan de Padilla a la cabeza, Madrid, capitaneada por Zapata y Salamanca, a cuyo mando se encontraba Maldonado Pimentel. Tras el fracaso de Segovia, las tropas del Consejo de Regencia supusieron que el tren de artillería localizado en la vecina ciudad de Medina del Campo le daría la suficiente potencia de fuego para meter en vereda a los segovianos, por lo que se dirigió a la ciudad para apoderarse de dichas piezas. Sin embargo, la negativa de los habitantes de la villa a ceder la artillería al Consejo de Regencia le valió la provocación de un incendio que, además de destruir gran parte de Medina del Campo, provocó el levantamiento comunero en muchas otras ciudades de Castilla, Soria, Guadalajara, Cuenca, León, Plasencia, Úbeda… y muy especialmente Valladolid, lo que puso en serios aprietos a Adriano de Utrecht.
En este contexto, el ejército comunero emprendió la marcha hacia Tordesillas para entrevistarse con la reina Juana, titular legítima de la Corona castellana, recluida en la ciudad. Tras el recibimiento de esta de los comuneros, la Junta se traslada de Ávila a Tordesillas y entra en un nuevo procedimiento legislativo, esta vez con una participación mucho mayor, de hasta 14 ciudades de la Meseta, que proyectaron leyes para el recuperamiento de las prerrogativas de la reina Juana y el establecimiento legal de las propuestas de la primera Junta de Ávila, entre otros. Entretanto, ambos ejércitos se habían situado a escasas jornadas el uno del otro, entre Medina de Rioseco y la propia Tordesillas. Así, el 2 de diciembre de 1520, el ejército comunero comienza a retirarse de su cuartel general, establecido en Villabrágima, en dirección a Villalpando, dejando el camino hacia Tordesillas abierto. Las razones de este movimiento, nefasto en lo militar, permanecen desconocidas a los historiadores, sin embargo, la presencia en Villalpando de propiedades del Condestable de Castilla, del bando lealista y partidario de la mano dura contra los comuneros, ha suscitado ciertas teorías. Unos pocos días más tarde, las tropas realistas ocupan la ciudad de Tordesillas, abrumando a la guarnición comunera y dando un duro golpe a la moral y a la unidad del bando comunero, que se dividió entre aquellos que buscaban una solución pacífica a la situación y los que pretendían continuar la lucha armada, divididos a su vez estos entre aquellos que deseaban avanzar hacia el castillo de Torrelobatón y aquellos que proponían un cerco a Burgos. La Junta, trasladada por tercera vez a Valladolid, intentó ambas opciones, con pobres resultados. La ciudad de Burgos no pasó a campo comunero y, a pesar de haber tomado Torrelobatón, fracasó en su defensa, ya que Juan de Padilla decidió desplazarse hacia Toro en busca de los refuerzos del cardenal Acuña.
Entre la madrugada del 22 y el 23 de abril de 1521, el ejército comunero partió hacia Toro, sin embargo, al poco de iniciar esta marcha, las tropas realistas lideradas por el Condestable de Castilla alcanzaron al ejército comunero en la localidad de Villalar, azotada por una intensa lluvia. La duración del enfrentamiento fue realmente exigua, debido a la escasa preparación de los comuneros y su baja moral. La caballería realista embistió a las filas comuneras, que apenas habían tenido tiempo de organizarse y ante la desbandada que produjo, la infantería realista pudo enfrentarse al núcleo del ejército con facilidad, capturando vivo a sus principales líderes: Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, que fueron decapitados en la plaza de Villalar al día siguiente, el 23 de abril de 1521. Ante esta derrota sin paliativos, la resistencia del resto de Castilla se vino abajo, rindiéndose sin condiciones la práctica totalidad de las ciudades castellanas.
La excepción a esto se dio en la ciudad de Toledo, que vio favorecida su resistencia por la invasión francesa del reino de Navarra y la derivación de efectivos hacia ese nuevo frente que se le abría a Carlos I. María Pacheco, la Leona de Castilla, se instaló en el Alcázar de Toledo, encabezando la resistencia de la ciudad a las tropas realistas que se acercaban por todas direcciones. La resistencia de la ciudad imperial se alargó hasta octubre de 1521, cuando María de Pacheco escapó de la ciudad disfrazada de campesina con destino a Portugal, donde vivió el resto de sus días a pesar de las peticiones reiteradas de Carlos I a la corte lusa de que fuera detenida y enviada de nuevo a Castilla.
Así, la derrota de las Comunidades de Castilla culminaba el proceso centralizador del poder en la monarquía iniciado por los Reyes Católicos, las élites de las ciudades habían sido aniquiladas y la alta nobleza vio recompensada su lealtad al ahora Emperador no solo con jugosas indemnizaciones por las posesiones perdidas durante los combates, sino con los cargos ciudadanos ahora desocupados, tras la purga de la burguesía de las ciudades castellanas. En los siglos posteriores, especialmente a partir del s. XIX, la figura de los comuneros de Castilla comenzó a rehabilitarse, en el contexto de la construcción del nacionalismo que se dio en España especialmente tras la Guerra de la Independencia. A partir de los primeros estudios historiográficos de la revuelta de las comunidades, el debate sobre el tema ha pasado por varias etapas, por ejemplo, diluyéndose el componente nacional y hasta cierto punto romántico de los comuneros durante las décadas del régimen franquista, que se empeñó en deslegitimar la causa de los comuneros en tanto en cuanto estos se oponían al destino imperial de España.