El camino que sinuoso, discurría entre las profundidades del bosque, se bifurcó de pronto. Alicia se dirigió entonces al gato que, divertido, la observaba desde la copa de un árbol;
Podrías indicarme qué camino debo seguir para salir de aquí?– preguntó ella.
Eso depende en gran medida del sitio al que quieras llegar– contestó él.
Poco me importa el sitio
En tal caso, poco importa el camino que tomes
A lo largo de las últimas semanas este pasaje de la obra de Lewis Carroll se ha convertido en una constante de mis pensamientos. Segundos, era cuanto transcurría desde el momento en que cada mañana, al encender el televisor, el noticiario de turno retransmitía, como si de un Derby se tratase, las novedades de Ferraz. Notoria fue mi sorpresa al escuchar ese ajustado 50,2% en favor del no a la paz con las FARC que sacudió Colombia. Alivio y consternación a partes iguales lo que me inspiraron la escasa participación y el lamentable resultado del referéndum húngaro.
El desarrollo de la sociedad en el transcurso de primer cuarto del presente siglo evidencia que la humanidad, al igual que Alicia, ha llegado, más que a un cruce de caminos, a un nuevo punto y aparte en su historia. Los sucesos a los que aludía hace tan solo unas líneas, son prueba del cisma que progresivamente se ha creado entre los grupos que integran los llamados Estados democráticos de Derecho y las instituciones que dentro de estos, afirman representarlos.
A quien se tome la liberta de leer mis palabras, le ruego, no las malinterprete. El objeto de este discurso no es minar la legitimidad de las líneas tradicionales de actuación política y parlamentaria. Nada más lejos de la realidad, dado que, a mi parecer, las presuntas alternativas tampoco ofrecen, al menos hasta el día de hoy, una respuesta clara a un problema cuyo calado trasciende los programas electorales o las negociaciones de alto el fuego.
Lo cierto es que la nuestra se ha convertido en una “época de concesiones, de medidas a medias; porque ya no tratamos de eliminar la guerra, solo evitarla durante algunos años. Ya no buscamos eliminar el delito, porque nos conformamos con reformas judiciales. Ya no buscamos extirpar el hambre crónica, sino crear instituciones globales de caridad”….paradójico es que María Luisa Berneri hiciese una premonición tan acertada de la actualidad a comienzos del S XX.
Es absurdo a todas luces intentar negar que, de nuevo, al igual que Alicia, nos hemos perdido. Resulta considerablemente más sencillo negar tal afirmación para refugiarse de un hecho que da miedo. No obstante, esta actitud de escogida ignorancia no facilita las cosas. Piense ¿Cómo vamos a encontrarnos si ni si quiera queremos reconocer que no sabemos dónde estamos?
Coincidiremos en que lo cómodo es limitarse a criticar esta o aquella postura sin llegar a plantear un proyecto verdaderamente sólido….reconocerá pues que, en el fondo, no somos más que una pandilla de hipócritas. ¿Qué pasa si nos volvemos a equivocar? ¿Si al fin y a la postre acabamos por ser meras fotocopias de lo que nos ha precedido? Nosotros, los visionarios, los innovadores.
Tengo la certeza de que el mundo quiere avanzar a partir del impasse que ha alcanzado, aunque para ello, va a tener que encontrar respuestas que únicamente podrá proporcionarle su propia subjetividad, y asomarse a ella requiere valor, entereza y voluntad de poder. Los retos que hemos de encarar tienen un trasfondo de gran complejidad, ahora no basta con rozar la superficie.
En resumidas cuentas Alicia…no puedo indicarte qué camino tomar, a menos que me digas el destino que quieres alcanzar.