Los estadounidenses han votado en unas elecciones que han resultado, desde un punto de vista mediático, completamente novedosas. Se pueden considerar además unas elecciones históricas, ya que es la primera vez que una mujer llega a ser candidata a la Presidencia. No es común tampoco que el candidato de uno de los dos partidos mayoritarios, en este caso el republicano, tenga tantos problemas para recibir el apoyo de los suyos, igual que no es común que dicho candidato sea un hombre de las características de Donald Trump. Desde el extranjero, además, nunca se habían seguido tan de cerca unos resultados que han dejado a todo el mundo en vilo hasta el último minuto. ¿Qué han tenido de especiales estas elecciones estadounidenses?
En primer lugar, las elecciones estadounidenses eligen un Presidente que en realidad nos acaba gobernando en mayor o menor medida a todos. Si bien es cierto que Obama o Bush no tienen potestad directa sobre nuestra Seguridad Social o nuestra educación, su política sí que puede afectar profundamente tanto a aspectos de nuestra política interior –la presencia y la expansión de sus bases en nuestro territorio- como a aspectos de nuestra política exterior debido a los compromisos que tiene España de cara a la OTAN. Se ha demostrado también que EEUU puede influir nuestra política económica con acuerdos como el TTIP, que afectan a nuestras Denominaciones de Origen, nuestras pymes y nuestros derechos laborales.
Asimismo, estas elecciones han enfrentado a dos líderes que a pesar de haber ganado sus primarias son tremendamente impopulares. Como se dice en inglés, los estadounidenses se han visto obligados a escoger “between the devil and the deep blue sea” (entre el diablo y el mar azul profundo), y en esta vicisitud era difícil pronosticar quién ganaría y ahora es difícil saber cuál será su forma de actuar. Los más progresistas del país se han visto obligados a votar a una mujer que, a pesar de su buen discurso, sigue sin convencer. Los conservadores estaban asustados ante la posibilidad de que un hombre sin experiencia y sin límites lidere un país con tantas responsabilidades, si bien es cierto que el apoyo de los conservadores fervientes – el llamado Tea Party– es absoluto. La otra opción era votar a un tercer candidato, un fantasma que siempre vuela sobre las elecciones estadounidenses pero que siempre se descarta por “no resultar útil”. Ello demuestra la poca atención que prestan desde allí a lo que está pasando en Europa y nos coloca a nosotros como claros y únicos espectadores del teatro estadounidense.
El tremendamente voluble electorado estadounidense –no diferente al de otros países- se veía al mismo tiempo saturado con acusaciones de corrupción por parte del FBI, con declaraciones de la hemeroteca, con debates agresivos…
Aunque cierto dramatismo es habitual en la política dual estadounidense, en la que parece que se debe escoger entre el bueno y el malo, esta vez ha sido probablemente la más estresante desde hace varios años, llegando el drama hasta el día previo a las elecciones y siendo un drama el desenlace en sí. Otro factor que ha influenciado en nuestra inquietud por los resultados en EEUU es la tendencia europea hacia la extrema derecha y la aparición de partidos demagogos que fomentan valores negativos para la convivencia. Estos partidos pronto se enfrentarán a las urnas en nuestro continente, y ver lo que se vota en EEUU es un funesto preludio de lo que podría pasar aquí.
En definitiva, ha habido numerosos factores que han hecho de las elecciones estadounidenses de este año un fenómeno mediático a nivel mundial. Sin embargo es probable que el avance irrefrenable de la globalización, la interconexión, la nueva colonización y la cultura estadounidense en forma de cine, empresas y ejército hagan que cada vez nos resulte más importante enterarnos de lo que pasa en aquel rincón de Norteamérica donde eligen a su presidente y, por extensión, el de todos. Esperemos que el futuro nos depare buenas políticas por su parte y, si es posible, mejores candidatos la próxima vez.