Mucho han tardado en sonar las primeras voces pidiendo “mensura y decoro” en las celebraciones de la Primera Comunión. “Los bancos van a tener que conceder microcréditos para que podamos estar a la altura de los obsequios y comilonas que se organizan actualmente para festejar las primeras comuniones”, declaraba hace unos días el magistrado Emilio Calatayud en su blog del periódico Ideal.
Hemos olvidado la verdadera esencia del sacramento de la Eucaristía: recibir por primera vez el cuerpo y la sangre de Cristo. O lo que es lo mismo, el paso de la niñez a la edad adulta. Es el paso posterior al bautizo, en el que el niño aún no es consciente ni responsable de su credo y anterior a la confirmación, que cierra el círculo sacramental.
Pero esto es tan solo la teoría. ¿O alguien piensa que con 7 años el niño está pensando en hacer la comunión porque quiere reafirmar su amor a Dios? Más bien está pensando en el vestido o traje que le van a regalar, la fiesta de celebración, la tarta que comerá y los regalos que nunca olvidará.
Hace 20 años los regalos seguían siendo cámaras analógicas de fotos, minicadenas, patines, muñecas, bicicletas y algunos hasta la Play Station 1 o 2. Pero hoy no se conforman con menos de un móvil de última generación, tablets, viajes al extranjero y por descontado un convite por todo lo alto.
Flaco favor hacemos a la religión si su máxima expresión es la celebración a través de un escaparate de premios, desfiles de trajes y catering con firma Michelin. Si verdaderamente se quieren recuperar los valores de la solidaridad, la ayuda, la empatía, el amor, la comprensión y la fortaleza de los lazos entre todos los pueblos del mundo, no podemos seguir llevando la ostentación hasta esta escala. Al final no es más que otra imagen de “becerro de oro”. Trajes de marca y regalos a base de créditos bancarios. No contemplo la eucaristía por ningún lado.
Si bien siete años sigue siendo una edad demasiado temprana como para que el niño decida si quiere creer, si quiere practicar y si quiere celebrar este sacramento, aún más complicado resulta que decida objetivamente si en un lado de la balanza puede contemplar todo lo que obtendrá el día de su primera comunión.
Los álbumes de recuerdo, las cadenitas, joyería con signos religiosos e incluso las tradicionales cajitas o estampas de comunión, siguen siendo los iconos insignia que debiera desplazar al otro ‘sinfín de regalos’ que más parecen la continuación de los reyes magos que el abrazo a la religión.