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¿De dónde viene, Sr. Wilders?4 minutos de lectura

por Jorge Osma
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Partidos radicales, ultraderecha, fascismo,… En los últimos años la proliferación de partidos de derecha radical en Finlandia, Hungría, Grecia, Francia o los Países Bajos ha llevado a que terminemos por utilizar cualquier término para definirlos.

Uno de los mayores expertos en la materia, el politólogo noruego Cas Mudde, los define como radical right-wing parties, es decir, partidos de derecha radical. Pero sin entrar en las características de cada uno de los casos, muy diferentes entre sí aunque no lo parezca, se hace obligado hablar del caso de los Países Bajos en su jornada electoral.

En 1999, el joven abogado Geert Wilders, diputado por el VVD (partido liberal ahora en el Gobierno), empezó a poner encima de la mesa su preocupación por el aumento de población marroquí en su país. Una preocupación que se extendió a cualquier población inmigrante musulmana tras el 11-S.

Los acontecimientos propiciaron que publicara en 2004 un artículo para debate interno en el partido en el cual se proponía que el VVD, entonces también en el Ejecutivo, expulsara del país a todo islamista radical. Una propuesta rápidamente rechazada y que, junto con el apoyo de Países Bajos a la candidatura de Turquía como Estado miembro de la UE, hizo que Wilders abandonara la formación en 2006.

Fue entonces cuando creó el Partido por la Libertad (PVV), que recogería a los votantes de derecha radical del VVD y todo el voto anti-inmigración. Su organización interna es muy singular, ya que, oficialmente, el único afiliado y, por tanto, único cargo orgánico, es el propio Wilders. Una muestra del personalismo propio de estos partidos, pero llevado al extremo.

Por sorprendente que parezca, en el decálogo ideológico del PVV no hallamos la xenofobia, a pesar de las altas cuotas de inmigración en la demografía neerlandesa procedente (sobre todo) de Surinam e Indonesia. Los postulados ideológicos de Wilders no contemplan políticas de rechazo hacia los inmigrantes no-musulmanes, como podrían ser las personas de etnia negra de Surinam. De hecho, mantiene un discurso muy liberal-democrático/anti-religioso más que uno étnico-nacionalista[1].

En torno a este discurso han girado el resto de postulados ideológicos del partido, ya que los musulmanes suponen: Una alteración del orden público (“los marroquíes cometen cinco veces más delitos que los neerlandeses” [spot legislativas 2010] y “prácticamente la mitad de la población musulmana de Países Bajos no condena los atentados del 11-S”); una amenaza al sistema de libertades (“el 60% de los turcos piensan que las mujeres neerlandesas tienen demasiados derechos”); y una carga para el Estado del Bienestar (“el 40% de los gastos sociales van destinados a personas no-occidentales”). Un discurso que ha encontrado en la llegada de refugiados al país el caldo de cultivo perfecto.

Respecto a los judíos, se declaran públicamente defensores del Estado de Israel (por su lucha contra Estados islámicos), hecho que contrasta con otras formaciones similares como Jobbik en Hungría. En cuanto al colectivo LGTB, con un amplio reconocimiento de derechos en los Países Bajos, se muestran favorables a la existencia del matrimonio.

Pero si algo nos termina de desorientar respecto a este partido, es la economía. Procedente de un partido liberal, Wilders ha ido desplazándose a la izquierda en términos económicos, debido, sobre todo, al rechazo a los planes de austeridad de la Unión Europa.

Los pocos estudios realizados al respecto a sus votantes, confirman que el perfil mayoritario se sitúa en mujeres con una alta cualificación y formación, de religión católica (especialmente en las provincias del Sur de los Países Bajos) y con alto interés por la política. Su opción es el PVV como un partido defensor de las libertades, sobre todo de las mujeres, que el Islam restringe de por sí (en un utópico caso de imposición de la misma), y contra lo que la formación lucha. Su voto, respecto de los partidos tradicionales, provendría en gran medida de los cristianodemócratas del CDA. Sí ha cumplido, sin embargo, el estándar de atraer a los nuevos votantes y al votante desencantado con el sistema de partidos tradicional, del mismo modo que lo ha conseguido el FN bajo Marine Le Pen.

No, no toda la derecha radical es igual en Europa, no es una derecha fascista, y no es una derecha votada por ancianos analfabetos.

[1] Mudde, Cas (2010). “The Geert Wilders enigma” en Open Democracy [en línea]. Disponible en: http://www.opendemocracy.net/cas-mudde/geert-wilders-enigma

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