Foto: Flickr del PSOE
Los resultados de las elecciones del 26 de junio dejaron varias cosas claras en el tablero político español. En primer lugar, el electorado mayoritariamente dejó clara la idea de que es el PP quien tiene la iniciativa para formar gobierno, al darle 137 escaños, 14 más que el 20D. En segundo lugar, quedó también claro que el PSOE seguirá siendo el primer partido –por resistir cacareado sorpasso de Unidos Podemos- de la oposición –porque el PP le sacó 52 diputados en esta ocasión- con sus 85 diputados. Y por último, la realidad dio un duro golpe a la coalición de Unidos Podemos, que perdió un millón de votos y se quedó en la misma cifra de escaños que tenía en diciembre.
Sin embargo, y pese a que pudiera parecer que los resultados han aclarado la formación de gobierno, la realidad del proceso de investidura nos demuestra, de momento, lo contrario. El PP, asumiendo la imposibilidad de juntar en un mismo bloque de apoyo a Rajoy a Ciudadanos, la antigua Convergencia y el PNV, ha apostado todo a la abstención del PSOE en la investidura, estrategia que ha refrendado Ciudadanos al decidir abstenerse para llevar al PSOE a la misma posición. En cuanto al PSOE, de momento Pedro Sánchez resiste la tremenda presión mediática y de los poderes fácticos de su partido, que le animan a abstenerse y dejar gobernar al PP. Por último, el desdibujado Pablo Iglesias, espera con ansia que el PSOE se abstenga, ya que esa opción parece la única opción que le queda para recuperar la fórmula de Podemos tras el batacazo electoral, pues esto le permitiría ser el jefe de la oposición y de la izquierda en el Parlamento.
La conjura que existe estos días en el país (y en El País también) contra Pedro Sánchez y el PSOE lo hace bajo la razón principal de que hay que evitar como sea unas terceras elecciones. Que los españoles no entenderían el fracaso de otra investidura. Y digo yo, ¿entenderían los españoles que han votado al PSOE que su partido le diese el Gobierno al que sigue siendo el partido en sus antípodas ideológicas? ¿Entenderían de verdad que su partido le pusiera una alfombra roja al partido que ha recortado en sanidad y educación, que ha gastado la hucha de las pensiones o que carga a sus espaldas con una bolsa tan abultada de casos de corrupción? No parece muy difícil adivinar que las respuestas serían mayoritariamente negativas.
Esta conjura de la que hablamos parece dispuesta a forzar los márgenes del sistema político español hasta su extremo, haciendo saltar por los aires el eje izquierda-derecha que centra el discurso diario de los partidos políticos españoles. Dada la incapacidad que está demostrando el PP para dialogar con los partidos que comparte ideología, parece que no queda otra que conseguir la abstención del PSOE o votar de nuevo. Conseguir que la conjura triunfe sería un error tremendamente grave, mucho más grave que convocar unas terceras elecciones, pues se estaría alterando de una manera pretenciosa y en contra de la decisión de los ciudadanos, el principal eje que sigue el electorado a la hora de votar, el eje izquierda-derecha. Las elecciones, en democracia, lejos de ser un error, son el instrumento que existe para dar a los ciudadanos la palabra sobre quién debe gobernar los próximos 4 años. No debemos ver su repetición como un problema. Si hay que encontrar el problema, yo me inclino por la incapacidad para entender primero, que España es un sistema parlamentario donde no basta con ganar las elecciones y segundo, que el eje izquierda-derecha sigue siendo el más importante en nuestra política, por lo que lo natural es pactar con quienes están ideológicamente de tu lado.
Tenemos dos posibilidades en el tablero: podemos adulterar el sistema político español cayendo en las teorías que obligan al PSOE a tomar una decisión en contra de su tradición histórica, de su ideología y de los que le votaron no para que permitiera gobernar al PP, sino para que gobernase, dejando que la pelota se quede en el tejado socialista. O podemos llegar a la conclusión, como ciudadanos y ciudadanas responsables, de que la pelota debe estar en nuestro tejado, asumiendo la responsabilidad que tenemos ante la incapacidad de los políticos y volver a ejercer nuestro derecho al voto. Ustedes deciden.