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Machismo en la política7 minutos de lectura

por Karina Cáceres
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El papel de la mujer en la política ha crecido sostenidamente en las últimas décadas; sin embargo, la igualdad efectiva entre mujeres y hombres en esta es todavía un claro objetivo por conseguir. Y esto es así porque, todavía, no da lo mismo ser hombre que ser mujer en la política.

El objetivo de este análisis es repasar algunos de los obstáculos que ellas deben enfrentar a la hora de ser representantes públicas.

#1 Deben desafiar estereotipos de género

Dentro de las sociedades patriarcales en las que vivimos aprendemos valores y comportamientos que atribuyen diferentes funciones sociales a hombres y mujeres. Así, se produce una socialización diferenciada en el uso de los tiempos y espacios según el género: para ellos el ámbito productivo es el “natural”; mientras que para ellas lo es el ámbito doméstico. Todos tenemos estas ideas simples, pero fuertemente arraigadas, sobre las características, aptitudes y actitudes de ellos y de ellas.

De todos esos estereotipos de género, hay uno especialmente injusto (e impreciso) que toda mujer que está dentro de la política debe enfrentar: se asume que el liderazgo es masculino. Existe un sesgo inconsciente de género que nos hace pensar que todos los hombres son líderes innatos. Por eso, cuando una mujer lidera tiene que dar reiteradas pruebas de estar capacitada para hacerlo, porque está desafiando esa prescripción de género.

Pero ese sesgo no lo tiene solamente la ciudadanía, también existe (muchas veces) una cobertura sexista por parte de los medios de comunicación. Se realizan más comentarios sobre sus vidas privadas y estado sentimental, se cuestiona más si estás preparadas para el cargo que ocupan o pretenden, reciben más preguntas sobre cómo compatibilizar la carga doméstica con el trabajo público, se pone en entredicho su «estabilidad emocional» y ni hablemos sobre la especial atención que otorgan a su apariencia física, vestuario o su edad.

#2 Deben romper varios techos

Los últimos años han dado para mucho en la política española: han surgido nuevos partidos y líderes, se han multiplicado las voces y los mensajes y se ha pasado de un bipartidismo imperfecto a un multipartidismo total, con hasta seis partidos y sus respectivos candidatos compitiendo a nivel nacional por captar el voto de los ciudadanos. Pero hay algo que aún no ha llegado a la política española: no ha habido todavía una sola mujer que haya sido candidata a la presidencia del Gobierno. Y no es porque no haya mujeres, sino que, para llegar a esos puestos ellas tienen que romper (al menos) tres techos:

  • De cristal: Los techos de cristal no son más que esos obstáculos invisibles que les impiden a las mujeres ir avanzando en sus carreras políticas. Esos impedimentos no están escritos en las leyes ni en los reglamentos ni en los códigos visibles en los que operan hombres y mujeres, sino que se manifiestan en situaciones en las que una mujer, en vez de ir obteniendo cargos de mayor responsabilidad y liderazgo por su preparación y experiencia, se estanca dentro de una estructura política.
  • De cemento: Los techos de cemento son las propias limitaciones que las mujeres con inquietudes políticas se autoimponen, dados los altos costos personales y familiares que tiene el hacer política.
  • De billetes: Los techos de billetes son las limitaciones financieras que tienen las mujeres para candidatear. Las asimetrías socioeconómicas se replican en el ámbito político; por tanto, la posesión de recursos o la capacidad de recaudación se hace usualmente más difícil para las mujeres. A todo esto, hay que sumarle una desigual división del trabajo que se convierte en un impedimento para que puedan salir a recaudar fondos, y en general hacer una carrera política.

#3 Pero también deben despegarse de suelos pegajosos

No se pueden romper techos sin tomar impulso, y por eso, despegarse de los suelos pegajosos es otro de los desafíos de las mujeres que hacen política. Si el techo de cristal es una traba invisible que hace de tope, el suelo pegajoso sería un impedimento también invisible que dificulta el comienzo.

Las mujeres, en las ciudades y en el campo, universitarias y con educación primaria, todas vivimos en ese piso pegajoso provocado por dobles y triples jornadas de trabajo. Desde hace casi un siglo las mujeres salimos al mercado laboral, ocupamos oficinas, tiendas y otros espacios públicos. Sin embargo, lo contrario no ha ocurrido: los hombres no han ocupado de la misma forma las cocinas y los otros espacios domésticos.

Ni el Estado ni el mercado han hecho nada por ocuparse de esta corresponsabilidad social del cuidado. Es decir, que las mujeres seguimos siendo las principales responsables del trabajo doméstico (limpieza del hogar, comida) y del cuidado de las personas (no sólo los hijos, también los adultos mayores, las personas con discapacidad y las personas enfermas) lo que implica que hay un piso pegajoso que nos impide despegar.

#4 Y sortear laberintos de poder dentro de sus propios partidos

Los partidos políticos son los verdaderos vertebradores de las democracias, y por tanto son el lugar esencial donde se fraguan las carreras políticas. No deja de ser curioso el dato de que el inicio de las carreras políticas de un buen número de mujeres no arranca en los partidos políticos, sino que provienen de otros lugares «más amables» para ellas, como las organizaciones de la sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales, donde su gestión y reconocimiento es mucho mayor. Parece que los partidos políticos no fueron hechos para mujeres y eso necesita cambiar.

La verdad inconveniente es que los partidos políticos son una parte central del problema. Para muchas mujeres, son la puerta de entrada a la política formal, ya que reclutan y seleccionan candidatos para cargos políticos. Sin embargo, los partidos a menudo son organizaciones políticas patriarcales que son hostiles al avance de las mujeres. Los partidos establecidos tienden a ser resistentes al cambio, ya que los líderes masculinos del partido se benefician de un status quo desigual.

Además, existe otro fenómeno conocido como el acantilado de cristal: las mujeres tienen más probabilidades de ser nombradas para puestos de liderazgo en tiempos de crisis en comparación con cuando todo va bien. Esto hace que sus posiciones de liderazgo sean potencialmente más precarias y de riesgo.

#5 Y tienen que combatir la segregación horizontal en el ejercicio del poder

A pesar de la mayor presencia de mujeres en el Congreso, se hace patente que hay latente un mecanismo subjetivo por parte de los diputados a la hora de repartirse las responsabilidades en los diferentes tipos de comisiones en función de la importancia otorgada y temática: la segregación horizontal. Si miramos la presidencia de las Comisiones Permanentes Legislativas del Congreso encontramos que solo 7 (de las 21) están lideradas por mujeres.

La segregación horizontal puede ser considerada como una de las principales desigualdades de género en la implicación política a nivel institucional, dejando relegadas a las mujeres a cometidos políticos de segundo orden e incluso llegando a ghetizar los problemas relacionados con el género en áreas políticas específicas. Este concepto permite dar cuenta de la existencia de una distribución diferenciada entre mujeres y hombres en el seno de las instituciones parlamentarias, en función del ámbito o área de gestión.

La política también es de ellas

La igualdad en la política va mucho más allá de aumentar la presencia de ellas en la misma: se trata de repensar y cambiar nuestras instituciones para generar transformaciones sustantivas en la forma de ejercer la política y en el modo en que estas facilitan a las mujeres y hombres su participación efectiva y real en ellas.

 

 

 

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