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Trayendo a debate la prostitución en nuestro país: ¿Qué pasa con el tráfico de personas?4 minutos de lectura

por Nacho Expósito
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Entre otros temas candentes a destacar que pasan por la cabeza de nuestro país, cabe destacar numerosos acontecimientos:

La incapacidad para formar gobierno y de próximas elecciones, noticias de más recortes previstos hacia nuestro país desde Europa. Y demás elementos que generan malestar diario.

Sin embargo, lo que más nos tiene enganchados a algunos es la enorme intensidad que se está viviendo en las últimas jornadas de liga.

Pese a todo, tan sólo quiero traer aquí un pequeño esbozo de algo que quedó en el baúl de los recuerdos y que hasta hace muy poco, su mero planteamiento provocaba enormes y acalorados debates “tertulianos” de televisión. Con posturas enormemente enfrentadas y cuyas posiciones cabía solo anteponerlas como a favor o en contra.

Sí, me refiero a la prostitución. Sin embargo, quiero traer algo que va oculto dentro del matiz de la prostitución y que va más allá del me opongo o si estoy a favor. Es el tráfico de personas, más conocido como: “trata de blancas” cuyo objetivo es el de captar a mujeres (en su inmensa mayoría) mediante chantaje, engaño y otro tipo de triquiñuelas con el fin de ser forzadas para ejercer la prostitución.

Sin embargo, lo preocupante desde mi humilde punto de vista, es que cuando hablamos de prostitución en nuestro país nos centramos en el debate político y acalorado sobre si una persona puede o no consentir relaciones sexuales a cambio de dinero y nos olvidamos de la realidad oculta de la prostitución en nuestro país. Retomando el debate, de si una mujer puede vender el cuerpo, hay quienes afirman rotundamente que no, por supuesto. Esto es algo que atañe a la dignidad de la persona que se ve vulnerada ante una práctica de la que no es libre. Puesto que se haya condicionada por una necesidad económica y no hay una relación de igual a igual, como se presume en la posición contraria de igualdad o libertad.

Por el otro lado, cabe destacar la opción más a favor de no restringir la libertad de elección del individuo. Quien puede tomar la decisión voluntaria e independientemente de “vender”, por llamarlo de alguna manera su cuerpo de manera voluntaria a cambio de una contraprestación económica.

De algún modo, acabo de reproducir el debate académico que se suele reproducir en aulas universitarias y que poco favor hace sobre un tema tan enormemente enquistado y que falto está de iniciativas más allá de algunas que se producen en nuestra propia sociedad civil.

Un estudio subvencionado para el año 2007, con motivo de una comisión parlamentaria y cuya fecha exacta es del 13 de marzo del año 2007 cifra, que el número de mujeres que ejercen la prostitución en nuestro país es en torno a las 400.000.

Ahora bien, ¿cuántas de las mujeres que ejercen la prostitución en nuestro país lo hacen de manera “libre”, con ausencia de mafias o de redes que las obliguen a ello?.

 

¿Cuántas mujeres no sólo ejercer la prostitución aquí en nuestro país, sino que son país de tránsito hacia otros destinos cercanos (Europa)?

Lo que propongo de alguna manera, es retomar un debate que parece agotado por la complejidad que conlleva el conocimiento “real” que podamos poseer sobre él mismo y lo desconectados que estamos de la realidad. De algo que nos parece ajeno o fuera de una realidad propia de un país como el nuestro.

Más bien al contrario. Los intentos políticos en nuestro país tratan de regularizar una actividad como la prostitución con el objetivo doble: Por un lado, normalizar una actividad muy cuestionable tan siquiera de ser considerada por muchos como una actividad. Y por otro lado, de hacer circular por vía legal todo un cauce de dinero del que se adueñan redes delictivas y de clubs que hacen de esta actividad un negocio muy rentable.

Otro problema que nos puede venir a la cabeza es si realmente es efectivo o no legalizar una actividad como la prostitución y si realmente no aumentará el tráfico de personas en nuestro país,de abrirse un nuevo mercado, en el que introducir a modo de productos a cientos de miles de mujeres, provenientes cada una de su vida propia para someterla a todo un infierno aquí mismo. Cerca de cada barrio o de cada casa en nuestro propio país.

Por último, la enorme dificultad de dar con una solución conjunta fiable, consensuada y eficaz ha dado como consecuencia una ausencia de actividad en este punto y que asociaciones como APRAMP reclaman cada día.

Es posible que una solución pueda no producir los efectos esperados, pero no hacer nada sólo hace que continúe la cruel y dura tortura que para muchas se convierte en su día a día. Es probable que la solución a este problema sea una decisión conjunta internacional, pero cabe añadir que a pesar del enorme tamaño del problema respecto a nosotros mismos. Esto no es excusa para no hacer nada.

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