La mitad de los europeos no saben pronunciar su nombre, su partido acaba de subir una debacle histórica en los Países Bajos, el partido homónimo europeo está en constante caída y sin embargo, el señor Dijsselbloem, Ministro de Finanzas de su país y Presidente del Eurogrupo, se siente actualmente lo bastante cómodo como para lanzar metáforas torticeras contra los países del sur.
Este señor, que ha caducado su mandato al frente del Eurogrupo pero que se niega a dimitir y a que nadie lo aleje de su posición de poder, ha conseguido sumir a la zona Euro en la peor crisis de su corta historia. Bajo su supervisión, la moneda única- otrora sueño de una Europa unida- se ha convertido en una pesadilla para unos y en un negocio para otros.
Jeroen Dijsselbloem hizo una declaración llena de estereotipos hacia los países de la cuenca norte del Mediterráneo. En su declaración afirmó que si dichos países se gastan el dinero en “licor y putas” no pueden después pedir ayuda; un comentario que parece ser gracioso para los nordeuropeos, pero que obviamente no lo es para los europeos del Sur.
Lo primero que irrita de este mensaje es que los europeos del sur también somos europeos, y por tanto merecemos el mismo respeto que los del norte. Nuestra cultura no puede ser el blanco de los ataques de aquellos nordeuropeos que no saben apreciarla. Esto es, además, de mucha más importancia cuando son nuestros representantes -los de todos los europeos- los que hacen unos comentarios que más que desafortunados resultan ofensivos. También irrita que en él se incluyan comentarios sexistas y que un político con la formación y la posición de Dijsselbloem no se dé cuenta de que hacer este tipo de declaraciones en público es inaceptable en la época en la que vivimos.
A pesar de tamaño error, Dijsselbloem ha recibido las críticas más duras cuando se ha negado rotundamente a disculparse o a retirar dichas declaraciones, incluso después de que le comunicaran que habían resultado hirientes a muchos europeos. Como ya mostró en las negociaciones sobre el desastre de la crisis griega, el jefe del Eurogrupo ha vuelto a hacer gala de sus dotes de rigidez y prepotencia, esta vez no solo hacia los griegos sino también hacia todo el sur de Europa.
No sé por cuánto tiempo tendremos que aguantar su presencia en puestos europeos de responsabilidad, pero es evidente para cualquier europeo del mediterráneo que no lo queremos ahí, que esperamos que abandone su puesto pronto y que así deje de fomentar estereotipos absurdos e ideas machistas en una Europa en plena crisis de valores utilizando una posición de alta visibilidad. Y que no nos tire de la lengua, porque a ninguno nos gusta que se nos juzgue por los estereotipos que nos han impuesto.