Hace 11 años el Congreso aprobaba la Ley de Memoria Histórica 52/2007,de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura, o simplemente Ley de Memoria Histórica.
España parecía (por fin) estar lo suficientemente madura democráticamente como para abordar una problemática tabú desde la Transición. Pero la retirada de placas, monumentos y demás vestigios de la dictadura autoritaria que asoló España durante 36 años, era sólo el principio. En 2011, en sus últimos meses de gobierno, el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero decidió poner en marcha una comisión de expertos coordinada por el entonces Ministro de Industria, Ramón Jáuregui, para decidir el futuro del Valle de los Caídos.
Y ahí se paró todo. La llegada a La Moncloa de Mariano Rajoy no sólo vació de presupuesto la Memoria Histórica sino que paralizó todo proceso de la misma dependiente del Gobierno central.
No ha sido hasta 7 después cuando el equipo de Pedro Sánchez ha decidido aprovechar el tiempo limitado del que dispone para tomar todas aquellas medidas paralizadas durante años. Una de ellas es la posible retirada del cadáver de Francisco Franco del Valle de los Caídos.
Pero, ¿qué ocurre en otros países que han tenido a sus dictadores en el poder hasta su muerte? ¡Veámoslo!
Hitler, de la trinchera al búnker de Berlín
Si bien prefería destruir París antes que entregársela a De Gaulle, Hitler prefería ser consumido por las llamas antes que caer en manos de los soldados del Ejército Rojo.
El 29 de abril de 1945, aún con la capital en manos alemanas, un destacamento de las NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, una unidad con un importante papel en la Guerra Civil Española) recorría la derruida Cancillería. Al día siguiente Hitler y su amante Eva Braun se suicidaban, tras hacerlo la familia Goebbels. Habiéndose incinerado su cadáver previamente por personal de confianza del Führer, las tropas del general Zhúkov aseguraron poseer la mandíbula.
Aunque no se comunicó oficialmente, en junio de ese mismo año los soviéticos aseguraron a los mandos de Eisenhower que estaban en posesión de estos restos, aunque 4 días después lo negaron, especulando incluso con que Hitler podría haber huido a España en avión. No fue hasta 1955, muerto Stalin, cuando se reconoció la muerte del genocida alemán.
No obstante, en 1990 los rumores volvieron a recorrer las ruinas de la Unión Soviética, en plena caída, asegurando que los restos se habrían llevado hasta Magdeburgo, siendo enterrados bajo un cuartel que posteriormente pertenecería a la RDA, siendo exhumados y arrojados a un río en 1970.
Mussolini, vejaciones y posterior descanso
El que fuera Primer Ministro de Víctor Manuel III de 1922 a 1943 y posterior Duce de la República Social Italiana hasta 1945, tuvo, entre los dictadores, la peor de las muertes.
Habiendo dejado a su mujer e hijos en Como e incluso habiendo intentado negociar la rendición, en abril de 1945 huyó con su amante Clara Petacci y su hermano hacia el Norte. El general Schallmayer de la Luftwaffe accedió a llevarles en un convoy, disfrazado Mussolini de soldado y Petacci y su hermano del cónsul español y su esposa.
Interceptados en Dongo por partisanos de la Brigada Garibaldi, los alemanes entregaron al grupo a cambio de poder huir. Mussolini intentó negociar pero fue reconocido y la noticia fue anunciada por radio en Milán, desde donde se desplazó una columna de partisanos comunistas encabezados por Walter Audisio.
La tarde del 28 de abril eran fusilados en la aldea de Giulino di Mezzegra y conducidos posteriormente los cadáveres a la Plaza de Loreto de Milán, donde, al igual que hacían los fascistas con sus enemigos, fueron colgados boca abajo en una gasolinera.
Golpeados hasta estar casi irreconocibles (especialmente el de Mussolini, no tanto el de Petacci por ser mujer), fueron colocados en sendos cajones de madera para ser enterrados de forma anónima. No fue hasta hasta 1957 cuando, tras un robo que duró varios meses, el cadáver del Duce fue entregado a su familia y enterrado en la capilla de Predappio, donde recibe continuas visitas de partidarios.
Tito, el verso suelto del comunismo
Josip Broz “Tito”, líder de la República Federal Socialista de Yugoslavia, fue el verso suelto del comunismo. Enfrentado a Stalin (y a la propia URSS) desde el primer momento, el veterano partisano era el líder del “socialismo de rostro humano”, de una federación de estados que poco o nada tenían en común, pero que estaba abierta al mundo y sin fisuras aparentes.
El haber mantenido unidas bajo una misma bandera Eslovenia, Croacia, Serbia, Montenegro, Macedonia y Bosnia, una amalgama de etnias, lenguas y religiones, pareció ser hazaña suficiente para que líderes de todo el mundo, desde Nixon hasta Thatcher, le rindieran homenaje.
El lugar para que descansaran sus restos fue la conocida como Casa de las Flores, un edificio que el propio Tito usaba como despacho auxiliar y que tenía un jardín interior. Tras su muerte en 1980 y hasta el estallido de la Guerra de Yugoslavia en 1992, estuvo siempre con innumerables flores rodeando el sepulcro.
Durante el conflicto que hizo estallar el mil pedazos la federación y hasta diez años después, estuvo cerrado al público.
Stalin, de compañero de Lenin a uno más en el Kremlin
Iosif Vissariónovich Dzhugashvili, más conocido como Stalin (acero), fue una de las figuras clave de la Historia europea y, por supuesto, rusa. Responsable a la vez de millones de muertes y de la conversión de la URSS en la única superpotencia capaz de hacer frente a Estados Unidos.
Stalin llevó las riendas de la joven federación de repúblicas socialistas desde la muerte de Lenin en 1924 hasta su muerte en 1953. Su culto fue tal tanto en la URSS como en todo el mundo comunista que el destino de su cadáver es de los más paradójicos.
Stalin cerró los ojos por última vez el 5 de marzo de 1953 en su dacha a las afueras de Moscú, rodeado de su hija Svetlana y de los principales miembros de Politburó, entre quienes estaban Lavrenti Beria (jefe de las NKVD y principal brazo ejecutor de sus crímenes), su sucesor, Nikita Kruschev y Molotov. Parecía que la URSS no se superpondría jamás a la muerte de su líder.
Tras un funeral en el que cientos de miles de personas pasaron ante su tumba, fue enterrado en el mausoleo de la Plaza Roja, junto a Lenin. Sin embargo, en 1961, el proceso de desestalinización promovido por el propio Kruschev, llevó a que fuera trasladado a su emplazamiento actual: la Necrópolis del Kremlin, junto a otras personalidades de la Revolución Soviética.
Salazar, el “Mujica portugués”
Antonio de Oliveira Salazar fue la principal figura del denominado Estado Novo portugués (1926-1974), la dictadura más larga de Europa, hasta su muerte en 1970.
Para Franco fue, tras la caída de la Alemania nazi y la Italia fascista, el modelo a seguir: un régimen autoritario (que no totalitario) en el que permitir actuar a diferentes actores sociales (especialmente la Iglesia) para poder sobrevivir.
De carácter reservado y costumbres modestas, muchos lo consideran hoy el Mujica portugués. Y lo cierto es que lo fue hasta su muerte, cuando en 1970 fue enterrado en una modesta tumba al lado de sus padres, en la parroquia de Vimeiro, en Santa Comba Dao, donde han permanecido hasta la actualidad.