Como sabemos todos, la precampaña electoral ha comenzado y el barómetro del CIS de julio es el primer test en el que se pueden observar una serie de cuestiones que pueden darnos pistas sobre cuál puede ser el resultado final de las generales.
El barómetro del CIS del mes de julio, publicado el pasado miércoles 5, prevé una leve recuperación de la diferencia existente los dos grandes partidos “tradicionales” y los dos grandes partidos emergentes, así como un aumento de la distancia entre el PP (1er puesto) y el PSOE, que se va a los 4 puntos.
En primer lugar, observamos que el PP ya está cerca del 30% de los sufragios según el CIS, revirtiendo la senda negativa continua que arrastraba desde su triunfo en las generales de 2011. Desde entonces, sólo una vez había subido en intención de voto (1,5 puntos de julio a octubre de 2013). Esta senda de crecimiento puede seguir estable si el electorado reacciona positivamente a los estímulos que el Gobierno ha enviado a los pensionistas y los funcionarios a través de los Presupuestos Generales del Estado, así como con el adelanto a verano de la rebaja del IRPF que tenía prevista para 2016.
Por otro lado, los datos del paro siempre son mejores a la vuelta del verano, lo que el Gobierno tiene a su favor, y luego está el tema de las elecciones catalanas del 27-S, donde pese a correr riesgo el PP Catalán de convertirse en una fuerza residual (tanto que les ha obligado a elegir al polémico García Albiol para asegurarse su voto más reaccionario), la verdadera batalla se juega entre Rajoy y Mas. Si la lista de Mas y las CUP consiguen la mayoría absoluta, el triunfo será del independentismo, lo que obligará al Gobierno a intervenir, con resultados inciertos. Sin embargo, si los independentistas no consiguen la mayoría, la victoria total será para Rajoy, y por ende para el PP. Mas ha convertido a Rajoy en su único enemigo durante el proceso y por lo tanto, la derrota del uno significa la victoria automática del otro.
En cuanto al PSOE, esta semana sus dirigentes remarcaban que eran la primera fuerza en voto directo (el que sale directamente de las preguntas planteadas a los encuestados, sin incluir otras variables) y también subía unas décimas en estimación de voto, lo que sin duda es un hecho positivo, pero no suficiente. El principal hándicap del PSOE es que no consigue superar en estimación de voto al PP (sólo en abril estuvo cerca de serlo quedándose a 1,3 puntos), lo que parece indicar que, salvo sorpresa, no será el ganador de las elecciones. Esto implicaría que la iniciativa para formar gobierno la tendría el PP, pero no tendría por qué ser un problema para los socialistas si la suma PSOE+Podemos es mayor que la compuesta por PP y C’s, ya que nuestro sistema trata de conseguir mayorías estables sin importar quién sea el primero (en las Comunidades Autónomas estamos hartos de ver esta situación aunque en el Estado no). Sin embargo, si Podemos no consigue estabilizar sus votos y sigue cayendo (sin duda habrá tenido que ver el fracaso de Syriza en las negociaciones con la UE), las opciones de un gobierno progresista se desvanecen.
Por último, encontramos a Ciudadanos, que baja prácticamente lo mismo que sube el PP con respecto al último CIS. Sin embargo, el buen resultado que puede obtener en las catalanas (tiene posibilidades reales de ser primera fuerza no independentista) puede darle alas para afrontar las generales y recuperar terreno, frente a Podemos, en la lucha por ser tercero que viene caracterizando a estas dos formaciones.
A todo esto, debemos hacer un último apunte, y es que, una cosa es el porcentaje en estimación de voto y otra la traducción de los votos en los escaños. La batalla se dirime en las provincias con menos de 9 diputados, donde se eligen 223 escaños de los 350 a elegir (el 63,71 %). En estas provincias, la proporcionalidad empieza a ser más baja, lo que implica que el resultado votado no es el mismo que se refleje en la distribución provincial de escaños, siendo los más beneficiados los dos primeros partidos.
En definitiva, y si el escenario se mantiene estable, en manos del partido de Albert Rivera parece estar la futura gobernabilidad del país, ya que tanto el voto a favor a Rajoy como una hipotética abstención en el caso de un candidato surgido del acuerdo entre PSOE y Podemos, allanarían el camino para la investidura de la opción preferida por la formación naranja. Eso sí, queda por ver la capacidad de Podemos y Ciudadanos para concentrar sus votos en las provincias donde tienen verdaderas opciones de conseguir representación.