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El cambio de año y los nuevos retos globales4 minutos de lectura

por Javier Quevedo
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2017 ha empezado del mismo modo que acabó 2016, ya que la división artificial del tiempo realizada por el ser humano no ha podido separar el año pasado, marcado por la decadencia, de uno nuevo que promete seguir el mismo camino. La tremebunda toma de poder de Trump en EEUU, la pasividad europea ante la situación de cientos de miles de refugiados, la deriva dictatorial de Turquía, Brexit y sus oscuros entresijos, la guerra en Siria, la guerra en Yemen y un largo etcétera de catástrofes que cada semana parece alargarse. Esto nos puede llenar de impotencia y frustración, pero no debemos en ningún caso tirar la toalla. Todavía hay mucha gente descontenta con el rumbo que están tomando las cosas y quedan muchas cosas por hacer, así que es hora de remangarse y ponerse a trabajar de verdad.

En primer lugar es importante aceptar los cambios que se han producido y entender que, en cierto modo, esos cambios también afectan a nuestra vida. Hasta ahora ha sido muy cómodo quejarse desde el sofá mientras manteníamos nuestra rutina intacta y sin embargo, hoy hace falta cambiar este método por uno diferente que tenga un impacto en nuestra sociedad. Es difícil aceptarlo, sobre todo en una época marcada por las redes sociales, la instantaneidad y la velocidad, pero producir un cambio en la sociedad, mejorar la vida de nuestros conciudadanos o promover la protección del medio ambiente requiere tiempo no solo institucional, sino también ciudadano. La clase política ha demostrado –por incapacidad o por inutilidad- que solos no pueden luchar contra el gran número de demonios que acosan nuestras vidas (el racismo, la xenofobia, la especulación o la violencia), y por ello tenemos que involucrarnos de la manera que podamos en la comunidad donde seamos útiles y así paliar los efectos devastadores de la crisis económica y existencial que estamos atravesando. El voluntariado, las donaciones o la movilización deben ser palabras más habituales de lo que lo han sido hasta ahora, siendo de uso común en todos los sectores de la población.

El miedo paraliza, pero no podemos permitir que se apropie de nosotros. ¿Nos asustan las declaraciones de Trump? ¿Nos asusta que este año la ultraderecha empiece a gobernar en los países más importantes de Europa? Es normal, pero debemos conseguir que ello nos haga más fuertes -más resilientes-. El descontento general está aupando a la ultraderecha al poder, y una de las causas de ello es la incapacidad de otros sectores políticos para dar una solución real a los problemas de la sociedad de hoy día. Por ello es evidente que los grupos políticos tienen mucho trabajo que hacer, pero nosotros los ciudadanos podemos marcar su camino a través de la movilización y de peticiones, utilizando las nuevas herramientas que nos ha brindado la tecnología y que hacen estos procesos más fáciles. En lugar de paralizarnos, debemos movernos y debatir, crear, y ser capaces de hacer cosas que no hemos hecho hasta ahora. Es el momento de innovar, salirnos del guión establecido para mejorar los mecanismos que tenemos para luchar contra las fuerzas que actualmente están minando nuestro sistema democrático y pacífico.

Para indignarnos también debemos informarnos, y por ello estar al día de las cosas que pasan a nuestro alrededor, en nuestro mundo, pasa de ser un derecho a casi una obligación. La información nos da conocimiento sobre lo que está pasando, nos da poder de actuación cuando nos indignamos; porque lo que está pasando vulnera derechos que deberían ser intocables, porque hay que ser conscientes de que el odio planea sobre todos nosotros y podemos ser su siguiente presa. La información va de la mano de la memoria, la eterna olvidada en nuestra historia. Tenemos que aprender a recordar sobre los errores que hemos cometido sin caer en el lugar común de los holocaustos–aunque obviamente también es importante acordarse de ellos también- y profundizar en los hechos que llevaron a los pueblos a cometer los grandes crímenes de la humanidad que ahora repudiamos. También tenemos que aprender a ser traductores de la historia para así poder acercar los eventos que hemos aislado  en el pasado a un presente que no es tan diferente como a veces queremos pensar.

Este año se presenta lleno de retos que debemos superar si queremos que nuestro planeta siga siendo un lugar humano y que se sigan respetando los principios que llevamos tantos años promoviendo. En lugar de desmoralizarnos, debemos ver este momento histórico como un reto que nos impulsará a ser mejores como sociedad y como individuos; tenemos que ser capaces de caminar este sendero tortuoso en el que hemos entrado para salir de él con fuerzas renovadas y con libertades conquistadas. Y finalmente no olvidar que la única forma de compensar a mucha gente haciendo mal es que mucha gente haga bien; demostrar que hay más gente que cree en la igualdad, la solidaridad y que no están dispuestas a ceder ni ante el odio ni la holgazanería.

 

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