El año nuevo llega tras el ocaso del anterior.
Entre otras cosas que se pregunta este patán redactor es lo diferentes que resultan estas fiestas con respecto a las anteriores a medida que va uno cumpliendo años. Viendo pasar año tras año las mismas fechas y cómo estas van evolucionando. De manera que el paso del tiempo las alteran… ¡y de que manera!
Hay quienes siempre añoran con los buenos tiempos, tiempos que pasaron y que ya nunca volverán a sucederse, siendo el presente la degradación constante de algo puro, bello.
Yo no opino así.
Comparto una profunda semejanza al ir perdiendo perspectiva en la celebración de fiestas, comidas y presentes para estas fiestas. Creo que males son muchos, pues no creo que uno sólo pueda ser el culpable. Empezando por uno mismo.
Cada año veo que aquellas celebraciones familiares y acogedoras se transforman en reuniones puramente simbólicas donde hay que pasar tiempo con los nuestros (familia u amigos) donde la compañía no es más importante que los regalos. Perdemos el tiempo intentado forzar a veces situaciones incompatibles que pueden traducirse en malestar general al presionar una situación repetitiva no espontánea. No quiero decir que la repetición sea mala, para nada. Es la falta de originalidad, el regalo por el regalo. El qué necesitas en vez de te estimo. El te quiero a ¿que te han traído los reyes?
La tecnología es otro año más, uno de los regalos estrella por excelencia. Teléfonos móviles, tabletas y ordenadores son aquellos de los aparatos que más serán desentrañados entre las montañas de papel regalo.
Aburrido de chistes y bromas malos que a veces sólo el alcohol u otras drogas consiguen digerir con mucha mas alegría y de los cuales abusamos mas que nunca por esta época.
Creo, sinceramente que estamos (no quiero generalizar en exceso) perdiendo parte de nuestro encanto. Nos arrojamos a los brazos de grandes superficies comerciales al amparo de lo que nos ofrezcan los enormes y nuevos escaparates olvidándonos de todo lo que nos rodea y de quienes están a nuestro alrededor.
Damos demasiada importancia a los elementos materiales y olvidamos lo verdaderamente importante no sólo en estas fechas, sino en todo el mundo: Las personas. Ya sean familia o amigos. Lo que importa es la “buena” compañía.
Creo que la falta de originalidad está ligada a la pereza en parte. Pues nos centramos tanto en nosotros mismos que cuando llegan las fiestas no sabemos qué regalar porque realmente no conocemos el gusto de la gente o no queremos ir más allá del mero capricho navideño.
El marketing es aquella maravillosa herramienta que facilita y complica un poco nuestro día a día porque nos permite decidirnos ante la inmensidad de productos a nuestra disposición y lo más importante: el bolsillo. Digo maravillosa porque es como todo en la vida, aquella cosa gris que tanto te puede sorprender como aborrecer. El marketing puede conmover, pero vende e incluso convence.
Los tiempos cambian, porque las personas cambian. El problema es acompasar nuestra propia concepción de fiestas con nuestro entorno y nuestro propio mundo para no caer en el caos y en la depresión.
Siempre me sonrío cuando escucho decir a gente cosas tales como: De pequeños éramos más pobres que las ratas pero vivíamos mucho más felices.
Me espanto cuando veo pasar durante el transcurso del día el tiempo de los más pequeños ante los ojos de un plasma, como un humilde redactor lo hace frente a su ordenador totalmente abstraído de quienes están a su alrededor. El día pasa entre partida y partida o surfeando redes sociales a través de conversaciones paralelas que nos tienen pegados al teléfono.
Levantemos la mirada del teléfono, apartemos la mirada del televisor o del ordenador y disfrutemos de la breve velada de quienes tenemos la suerte de poder disfrutarla ante la cada vez más escasa posibilidad de reuniones que nos brinda esta estrenaste vida. La felicidad no se encuentra en el grupo de “wasap” mientras estamos a la mesa pelando gambas o bebiendo vino por muy terrible que pueda ser la conversación o incómoda la situación.
Sin embargo, para consuelo de cualquier posible lector, siempre hay luz al final del camino y no todo está perdido.
No todas las reuniones/cenas o comidas a las que asistimos son formalidades o convenios. Todavía queda mucho y muy buen material en cada casa o en cada pequeño espacio propio.
¿Quiero decir que no debemos comprar regalos y paralizar nuestra pequeña economía particular?
Para nada, entendiendo la importancia que tiene para la macroeconomía el esfuerzo económico que supone para los hogares las fiestas y regalos la celebración de estas fiestas.
Lo que quiero decir, es que si centramos nuestra atención y nuestro esfuerzo en la euforia material tendemos a confundir o a desplazar toda nuestra a atención en algo más material y más insignificante que las personas a quienes va dirigida.
Recordemos una vez más que uno de los objetivos según este pequeño redactor más allá de la connotación religiosa de estas fechas es la de disfrutar con nuestros seres queridos y nuestros allegados, por tanto es a ellos a quienes deberíamos dedicar más nuestro tiempo y aprovechar para disfrutar más en conjunto en el momento presente.
Para todas y todos los lectores de este pequeño y breve articulillo les deseo un buen año 2016 con mis mejores deseos.