De todas y todos es sabido que la zona de confort es aquel lugar reconfortante en el que nos sentimos cómodos, sin ganas de emprender nuevas aventuras, donde uno se asienta como si se encontrara en el hotel o casa de su vida.
Salir de esta zona de confort supone asumir riesgos, salir ahí fuera, a lo desconocido, poder ganar o perder posiciones ganadas. La mayoría vemos en nuestras decisiones personales o profesionales este paso como un riesgo pero de forma negativa, como un peligro que acecha nuestra cómoda posición previa.
Bien, en esa situación nos encontramos ahora en España, en la de asumir riesgos que nos son desconocidos como sociedad hasta hoy día; en avanzar hacia nuevos proyectos con otro prisma, más amplio, que haga partícipe a más gente de ello, es la salida de la zona de confort.
Lo primero que se dice como fundamental para salir a descubrir lo nuevo, a arriesgar, a ganar, es la motivación, la motivación en un futuro por construir, frente a un presente ya conocido y a un pasado, guste o no, ya construido.
Todas y todos buscamos y deseamos (al menos la gran mayoría) generar un espacio ideal, perfecto y de realización plena de nuestros deseos (hablo de los legítimos personales y también de aquellos como sociedad) que, sin embargo, choca con la simple realidad vital de que lo perfecto no existe; debemos tenerlo como algo normal y de ahí, al menos, lograr que, una buena parte de esas intenciones, se cumplan.
Eso es lo que ahora, debe ponerse encima de la mesa en nuestro país: qué futuro construimos entre todas y todos, para este nuevo tiempo que estamos viviendo en España.
Debemos asumir que riesgos habrá, pero creo que merece más la pena el aprendizaje común que se puede sacar de todo esto, como sociedad y como ciudadanía activa y participativa.
Otro aspecto importante es saber valorar otros puntos de vista, ponerse en la situación del otro, ver qué es lo que se puede mejorar, aquello que se cree que va a empeorar y, de ese modo, acometer un proceso de ampliación de conocimientos que nos vendrán muy bien, como experiencia, en adelante.
Sin darnos cuenta, en este punto ya se ha abandonado la zona de confort, se está construyendo una vida fuera del cómodo lugar previo, pero el recorrido va mereciendo la pena.
Desgraciadamente, para esto hay que dejar de lado el cortoplacismo, la improvisación, el titular fácil y la bravuconada de algarada rápida; lo sé, es difícil y no es mediático, pero mirando hacia delante, es estimulante, positivo y sobre todo, beneficioso para todas y todos y para los que vengan después.
Esta visión, lógicamente, no es compartida por toda la sociedad. Existe una parte de la misma que se resiste a los cambios, peor aún los rápidos, al verlos como procesos de ruptura de la zona de confort previamente establecida.
Muchas veces, estas mismas personas, que no salen de esa zona cómoda, son los que más alertan del peligro de salir “ahí fuera”, sin haberlo visto antes, como una profecía dogmática fuertemente enraizada: ¡Vamos de cabeza al desastre! ¡El descontrol se apoderará de todos nosotros! ¡No habrá vuelta atrás! Digno de estudio.
¿Pero y si sale bien? En esa zona es dónde se pueden conseguir nuevos espacios, ampliar y mejorar los existentes, aprender nuevos procesos, al fin y al cabo, crecer, desarrollar nuestra zona de confort.
La motivación, por eso digo, debe ser el principal arma, creyendo en que este país puede y debe mejorar en muchos aspectos, corregir los errores del pasado y del presente. Es una tarea que todas y todos debemos ponernos en mente como objetivo.
Hay que pensar en el buen hacer, si no de todos, de la mayoría, logrando un progreso que, tarde o temprano, acabará llegando a la totalidad y para eso, es fundamental que se confíe en las intenciones, de forma limpia y sin otros objetivos competitivos.
Perseverar es una palabra que, así de primeras, suena a esfuerzo constante, a sacrificio, a que “no me quede como estoy”, pues bien, eso tenemos que hacer.
En este momento se está jugando el futuro de una sociedad entera, del porvenir de España y su ciudadanía, de si damos un salto adelante en muchos aspectos o no y, todo eso, pasa por un Gobierno que coja el timón con ganas, sin temeridad, con amplio apoyo y con unas líneas de trabajo reformistas, progresistas y de futuro, que piense en los que peor lo están pasando, en crear marcos mínimos dignos de calidad de vida y realización personal.
En fin, en ser un Gobierno de un Estado social y democrático de Derecho como recoge la Constitución y se dedique a eso, a tener un armazón social potente, a una democracia sana, participativa y exigente y a un Derecho que recoja todo ello, que vele por el cumplimiento de la legalidad, pero también del buen hacer, la transparencia y la claridad.
Como decía Aristóteles, “No hace falta un gobierno perfecto; se necesita uno que sea práctico”
1 comentario
Cómo se nota que este chico ha estudiado para esto… 800 palabras y ningún significado… BRAVO!
Se agradecería algo concreto… o buscarse un trabajo de verdad, de aquellos en los que tratas con empresarios no desde una poltrona, sino desde un contrato laboral.
La caspa se regenera.