En los últimos días, los medios nos bombardean sobre la importancia de las elecciones vascas. Tal es la situación que parece que nos encontremos en 1996, cuando la importancia de ser el PNV era mucha, pues sus votos decidían quién sería el próximo Presidente del Gobierno.
El pasado jueves, el CIS sacó a la luz las encuestas preelectorales para estos comicios. Mientras que en Galicia el CIS augura una victoria holgada del PP de Feijoo –le sitúa 2-3 escaños por encima de la mayoría absoluta-; en el País Vasco, la batalla parece más disputada. La fuerza más votada, el PNV, obtendría 27-28 escaños, por los 17 que obtendrían Podemos y EH Bildu y los 8 que obtendrían el PSE-EE y el PP. Dado que en Galicia parece que el pescado está vendido, merece la pena centrarse en Euskadi. Allí, el sistema de elección de Lehendakari no permite el voto negativo, por lo que de darse un pacto entre Podemos y EH Bildu, el PNV necesitaría que bien PSE-EE o PP se decantasen por Íñigo Urkullu para que saliera elegido Lehendakari de nuevo, visto el escenario que dibuja el CIS.
Muchos analistas se frotan las manos ante esta situación, pues creen –inocentemente- que ayudaría a desbloquear la situación política nacional. En el caso del PP, su voto afirmativo a Urkullu podría cosechar como contrapartida el de los 5 diputados del PNV, colocándose, de seguir vigente el pacto con Ciudadanos, con 175 “sí”, a sólo uno de los necesarios para conseguir la investidura. En el caso del PSOE, la vía que Pedro Sánchez ha abierto esta semana al iniciar conversaciones con Podemos y Ciudadanos podría hacerse con el apoyo de los nacionalistas vascos, pero sobre todo, arrebataría a Mariano Rajoy un aliado que le facilitaría la aritmética parlamentaria sobremanera, siendo más sencillo que fuera el candidato elegido por el Rey en la segunda ronda de la investidura, tras haber fracasado Rajoy.
No obstante, la influencia de los resultados en Euskadi para la investidura en el Estado, es a mi juicio, relativa. En el caso de sumar sus votos al PP, a Rajoy le seguiría haciendo falta la abstención de algún otro diputado, y no parece probable que eso vaya a ocurrir. Ni siquiera la posible abstención de un díscolo diputado socialista. En el caso del PSOE, el apoyo del PNV a una posible candidatura suya precedida por la reedición del pacto entre PSE-EE y PNV que ha mantenido a Urkullu en el Palacio de Ajuria Enea en estos años, podría permitir la investidura de Pedro Sánchez con el apoyo de Podemos, eso sí, siempre que Ciudadanos se abstenga.
Mientras los socialistas se mantengan en el “no” a Rajoy y mientras Ciudadanos rechace abstenerse ante una coalición PSOE-Podemos –teniendo en cuenta que dar por hecha ésta es un atrevimiento-, el apoyo del PNV puede facilitar las cosas, es cierto, pero no traerá el desbloqueo por sí solo. El verdadero desbloqueo se produciría con las abstenciones del PSOE a la candidatura de Rajoy y de Ciudadanos a la de Pedro Sánchez, lo que no parece que vaya a ocurrir.
Por tanto, fruto del nuevo sistema político ante el que nos encontramos, la importancia de ser el PNV ya no es la que era, por mucho que los medios insistan en este punto. Lo que antes era la capacidad, juntos a sus socios de Convergencia, de poner y quitar gobiernos en Madrid, ha quedado en una posición residual, en la que su actuación sólo puede ayudar en parte a desbloquear la situación, pues son los cuatros grandes partidos nacionales los que determinan el destino del juego. Los tiempos cambian.